Las previsiones para la temporada de carestía de 2021 en el Sahel son alarmantes: el número de personas en riesgo de inseguridad alimentaria se ha triplicado en sólo dos años, lo que eleva la cifra a más de 29 millones en la región.
Las poblaciones en situación de emergencia que requieren una acción inmediata se han multiplicado prácticamente por ocho desde 2019 y se estiman en más de 811.000 individuos.
Acción contra el Hambre subraya la urgencia de desplegar rápida y adecuadamente los recursos necesarios para garantizar una respuesta urgente y eficaz que salve vidas y proteja los medios de vida de los más vulnerables, abarcando respuestas alimentarias, de medios de vida, nutricionales y sanitarias.
“Aunque hay mucha esperanza en el control de la pandemia a nivel mundial en el Sahel, la vuelta a la normalidad, la tan esperada salida del túnel podría ser comprometida por la estación del hambre que empieza en junio", explica Paloma Martín de Miguel, responsable geográfica del Sahel en Acción contra el Hambre. La estación del hambre -el periodo que transcurre entre el agotamiento de las reservas y el inicio de la cosecha- , conocido también como carestía, comienza ahora y se suma a una situación ya dramática, que augura cifras nunca alcanzadas en los últimos años: 29 millones de personas en el Sahel necesitan asistencia y protección, triplicando la proyección en menos de dos años, y el número de personas que requieren una actuación inmediata se ha multiplicado casi por ocho, pasando de 143.000 personas en 2019 a una estimación de 811.000 en 2021.
La COVID-19 y la inseguridad provocan un descenso de la cobertura sanitaria
"En comparación con las carestías anteriores, este año es diferente y mucho más grave. Hoy, las poblaciones llegan a este periodo ya muy debilitadas física y mentalmente, porque no tuvieron las consultas y los seguimientos médicos necesarios" advierte Mamadou DIOP, representante regional de Acción contra el Hambre en África Occidental.
Las medidas restrictivas vinculadas a la pandemia, así como el miedo al contagio, a la vacuna y al estigma de la enfermedad, tienen un impacto en las condiciones de implementación de los programas de nutrición a todos los niveles: interrupción de las cadenas de suministro de productos nutricionales o preventivos, limitación de las reuniones comunitarias, de los exámenes y de las actividades masivas, abandono de los centros de salud... “La respuesta a la COVID-19 se ha producido a expensas de otras coberturas necesarias como, por ejemplo, la malaria y el sarampión, y el temor y las creencias de poblaciones afectan campañas de vacunación clásicas como la BCG o la polio", señala Mamadou.
A la COVID-19 se suma el aumento de la inseguridad elevando el número actual de desplazados internos y refugiados a 5,3 millones de personas.
Las violencias provocan un doble problema de acceso: por un lado, el de las comunidades a los servicios básicos (atención sanitaria, educación, acceso a las infraestructuras de agua y saneamiento) y, por otro, el de los agentes humanitarios, cada vez más expuestos a las consecuencias del conflicto e inseguridad, y que, debido a medidas de seguridad, no siempre pueden acceder y ayudar a las poblaciones vulnerables.
Comienza la estación del hambre en medio del colapso de los medios de vida
"¿Cómo las familias pueden prepararse para el periodo de carestía cuando los meses anteriores han estado marcados por una subida constante del precio de los alimentos básicos?", manifiesta Martín de Miguel. La inflación se estima ahora en más del 10% respecto a la media de los últimos cinco años.
La pandemia ha provocado un aumento alarmante de la inseguridad alimentaria: cierre de mercados, disminución de la producción agrícola, perturbación de las actividades económicas de los hogares, reducción y desaparición de las oportunidades de empleo formal e informal, pero también graves perturbaciones en el suministro e interrupción de las cadenas de valor. Martín de Miguel indica que "los análisis muestran que más de la mitad de los hogares del Sahel tienen dificultades para acceder o no pueden acceder a alimentos nutritivos asequibles".
Actuar ahora
Con la llegada de la estación del hambre, entramos en una situación de alta emergencia poniendo en peligro la vida de los más vulnerables, especialmente las mujeres, los niños menores de 5 años y los ancianos. Sin ayuda urgente, la situación de más de 13 millones de personas que sufren una grave inseguridad alimentaria seguirá empeorando. El número de personas hambrientas aumentará, y más de 1,6 millones de niños gravemente desnutridos no recibirán tratamiento. Muchos de ellos podrían morir o sufrir daños mentales y físicos de por vida.