Nueve de cada diez familias tienen dificultades para alimentarse de forma equilibrada en comunidades rurales del Corredor Seco Centroamericano. Ocho de cada diez familias encuestadas por Acción contra el Hambre en Colombia no logran cubrir sus necesidades básicas, mientras que en Perú los ingresos familiares se han reducido un promedio del 33%, especialmente entre las familias venezolanas.
Los directores país de Acción contra el Hambre en Perú, Centroamérica y Colombia acaban de alerta en un encuentro digital con medios de comunicación sobre el aumento exponencial del hambre en una región donde una de cada tres personas ya vivía en inseguridad alimentaria (sin disponibilidad o un acceso continuo a los alimentos necesarios para un desarrollo sano) antes de la pandemia.
América Latina, con más de 19 millones de casos confirmados es la tercera región del planeta más afectada por la COVID-19. El número total de personas en inseguridad alimentaria severa en la región aumentaría ha superado los diez millones en 2020, casi triplicando la cifra de 2019 (3,4 millones de personas, según Naciones Unidas).
“Tenemos más miedo al hambre que a la COVID-19 se ha convertido en un clamor unánime en América Latina. Sin redes de protección sólidas en forma de subsidios, la enfermedad supone una condena al hambre para quienes vivían al día en la economía informal, han perdido su empleo por las restricciones de movimientos o encuentran alimentos cada vez más caros en los mercados, por las dinámicas comerciales generadas por la pandemia”, declaraban a los medios a primera hora de la tarde América Arias, John Orlando y Miguel García, directores país de Acción contra el Hambre en Perú, Colombia y Centroamérica respectivamente.
Casi cuatro millones de personas con dificultades para alimentarse en el Corredor Seco centroamericano
Los equipos de Acción contra el Hambre y organizaciones socias acaban de completar investigaciones de campo basadas en encuestas familiares en cuatro países de la región que evidencian cómo la COVID-19 está dificultando la alimentación de las familias latinoamericanas.
Una de las zonas más críticas es el llamado Corredor Seco Centroamericano, que se extiende desde Nicaragua hasta Guatemala, y donde al menos 3,9 millones de personas están teniendo dificultades para alimentarse de acuerdo a estándares mínimos de cantidad y calidad nutricional. “En esta zona hemos entrevistado a una muestra de 3700 hogares, evidenciando que el 75% de las familias afirma no tener alimentos suficientes, al tiempo que perciben un aumento notable del precio de los mismos en los mercados”, señaló García. A los perjuicios socioeconómicos provocados por la pandemia de se añaden la pérdida de cosechas provocada por los huracanes Eta e Iota que golpearon amplias zonas de Nicaragua, Guatemala y Honduras en noviembre.
El endeudamiento, la venta de las escasas posesiones o el préstamo de alimentos entre familias son algunos de los mecanismos con los que la gente está afrontando esta situación extrema. “La puesta en marcha de programas de apoyo por parte de los Estados a las personas en peor situación socioeconómica, lo que se denomina redes de protección social, son el elemento clave que en circunstancias como esta pueden impedir que millones de personas caigan en la miseria, pero la cobertura de las incipientes redes de protección social en Centroamérica es aún muy dispar”, añadía. Para reducir esta brecha humanitaria, en los últimos meses Acción contra el Hambre y ONG socias, con el apoyo de la Unión Europea, por medio de Protección Civil y Ayuda Humanitaria Europea -ECHO- han tendido una red alternativa que ha impedido la “caída” de más de 50,000 personas en comunidades rurales del Corredor Seco. proporcionando asistencia alimentaria en los peores momentos.
Ollas comunes y falta de hierro en Perú
En Perú, las llamadas ollas comunes– cocinas comunitarias autogestionadas, generalmente por mujeres - se han convertido en la forma de escapar del hambre generada por la COVID-19 para miles de peruanos y peruanas: “según nuestra encuesta entre más de 200 familias en Lima metropolitana, 8 de cada 10 familias ha visto reducidos sin ingresos y tres de cada cuatro partes de la población encuestada se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, especialmente las familias venezolanas que llegaron masivamente a nuestro país en los últimos años”. Arias señalaba como “especialmente preocupante la reducción de hierro e la dieta, algo fundamental para combatir la anemia”.
Distribuciones de dinero para comprar alimentos en Colombia
El director país de Acción contra el Hambre en Colombia, John Orlando, afirmaba que según una encuestada realizada en 34 000 hogares (familias venezolanas y colombianas) el 98% afirmó no cubrir todas sus necesidades básicas (incluyendo alimentación y vivienda) y ponían énfasis también en la explosiva situación de hacinamiento de las familias migrantes: “más del 58% declaró vivir en condiciones de hacinamiento: 2,5 personas viven por habitación, y en el 13% de los casos se identificó hasta cinco personas por dormitorio”, situación que les hace más vulnerables al contagio de la COVID-19. Orlando reivindicaba también la entrega de asistencia humanitaria en efectivo como una de las soluciones más efectivas en esta situación: “es importante derribar los mitos asociados a la ayuda humanitaria por medio de asistencias monetarias. Por un lado, es una alternativa digna, que le da la opción de elegir a las familias sobre sus necesidades más urgentes. También permiten que las personas más vulnerables se vinculen formalmente a la economía local. Finalmente, la asistencia humanitaria es recirculada y fortalece la economía de las comunidades en donde viven estas familias”.
Acción contra el Hambre necesita 64,2 millones de euros para ayudar a 765 000 personas en 2021
Los tres directores país presentaron también el llamamiento para financiar la respuesta regional diseñada por Acción para el Hambre en la región, que se articula en tres ejes de acción: personas (ayuda alimentaria y monetaria, tratamiento de la desnutrición, provisión de material de higiene y equipos de protección, entre otros), territorios (refuerzo de estructuras de salud y programas de salud comunitaria, mejora de la empleabilidad , y apoyo a PYMES como medio de vida, entre las principales actividades) y sistemas (generación de información de calidad sobre cómo afrontar las causas y consecuencias del hambre agravadas por la pandemia, canales digitales para el intercambio de experiencias y fortalecimiento de las alianzas entre los actores locales), explicaba Lettera, al frente de los equipos de Acción contra el Hambre en América Latina. “Nuestra intención es convertirnos en una red de protección para los miles de personas que han visto cómo la pandemia se transformaba directamente en hambre, mitigando el golpe con actividades de intervención en los ámbitos de la nutrición, la seguridad alimentaria, el agua y los medios de vida. Vamos a trabajar sin descanso para ello”, remataba.