La lucha por la abolición de las armas nucleares ha dado un paso importante en este mes de octubre. Los gobiernos de 84 países ya han firmado el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares y lo han ratificado 50. Honduras se ha convertido en el 50.º país que ratifica el texto, negociado en una conferencia en julio de 2017, gracias al impulso de la sociedad civil y bajo el liderazgo de Costa Rica y otros países. Ahora se ha llegado al umbral que permite convertir el Tratado en una ley internacional, cosa que ocurrirá noventa días después de la ratificación número 50, es decir, el 22 de enero de 2021. Este avance se confirma a pesar de la oposición de las potencias nucleares reconocidas como estados nucleares: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China.
El tratado cambia el estatus legal de las armas nucleares en la ley internacional: ilegaliza utilizarlas, amenazar con utilizarlas, probarlas, desarrollarlas, producirlas, tenerlas, transferirlas y asentarlas en otro país.
El profesor lector de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Daniel Rajmil, director del máster de Conflicto, Paz y Seguridad de esta universidad y experto en seguridad internacional, explica que esto supone un paso adelante, porque considera que con el nuevo tratado «existirá un instrumento internacional, esta vez legalizado y avalado, que añadirá cierta presión sobre los estados nucleares que muy a menudo bloquean las iniciativas diplomáticas». Rajmil recuerda que las armas nucleares son un tema que crea divergencia y señala que aún existe un cierto «tabú moral» que dificulta hablar abiertamente de ellas por «la posición a menudo intransigente de los estados nucleares reconocidos».
El camino hasta la ratificación del nuevo tratado comenzó en 2007 con la constitución de la International Campaign to Abolish Nuclear Weapons (ICAN). La entidad recibió en 2017 el premio Nobel de la paz, «un reconocimiento público a su trabajo de hormiguita por la abolición de las armas nucleares», subraya Rajmil. El profesor de la UOC hace hincapié en el papel que ha tenido la sociedad civil en la ratificación del tratado, que ahora se convertirá en una ley internacional: «Cuesta tener un debate público abierto, porque a la sociedad civil le ha costado que se la escuche y tener una voz propia, siempre ha sido marginada y se la ha tenido poco en consideración en las iniciativas de limitación de armas nucleares». La ICAN, además, «es una entidad muy diversa y plural, con presencia de diferentes ONG y organizaciones civiles, y cuenta también con el apoyo de parlamentarios de varios países», explica Rajmil.
Crisis de «legitimidad»
El Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares supone un punto de inflexión en la historia de este armamento, «un tema que crea divergencia, y existe un tabú moral que evita hablar de ello», debido a «la posición muchas veces inamovible de los estados nucleares reconocidos», dice Rajmil. Los estados que están abiertamente reconocidos con un estatus nuclear «se han sentido cómodos» en este contexto, porque «nadie los cuestionaba en los círculos restringidos en las conferencias del Tratado de No Proliferación, en las que no se ha llegado a producir ningún acuerdo concluyente para la limitación y la prohibición de las armas nucleares.
Para el profesor de la UOC, lo más destacado que se consigue con el nuevo tratado tiene que ver con la «legitimidad», en el sentido de que el texto pone en evidencia a los estados que siguen defendiendo las armas nucleares. «El tratado», defiende Rajmil, «deslegitima un poco más el hecho de tener la posibilidad de llegar a utilizar armas nucleares ante un acuerdo consensuado por la comunidad internacional. Se trata de un instrumento legal que pasará a ser reconocido a escala global y que pondrá más presión para que se empiecen procesos de negociación para la desnuclearización de los estados nucleares actuales y la creación de zonas libres de armas nucleares (ZLAN)».
Un paradigma antiguo y desfasado
El tratado también pone sobre la mesa la polarización en las relaciones internacionales del papel que debe tener la disuasión nuclear, que es el argumento que se utiliza para justificar la producción y la posesión de armas nucleares. A estas armas se las consideró, durante la guerra fría, «el máximo exponente y la fuerza mayor para tener poder de disuasión, lo que hará que otro estado enemigo tenga miedo», explica Rajmil. Este razonamiento sirvió en un escenario de confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, recuerda el experto: «Las dos potencias no se atacaron por el equilibrio basado en la doctrina de la mutually assured destruction (MAD): "Ambos sabemos que podemos morir y, por lo tanto, no usaremos las armas"».
Rajmil piensa que este razonamiento ya no justifica la existencia de las armas nucleares, porque el mundo ha cambiado mucho. «Todavía argumentan el hecho de tenerlas basándose en el paradigma clásico y en el frágil equilibrio que existe entre los estados nucleares, sin tener en cuenta que los estados no siempre compartirán la misma racionalidad», advierte Rajmil. En este sentido, habría que pensar que no siempre son los estados los que pueden disponer de armas nucleares, porque también podría tenerlas «un grupo terrorista que coja el poder». «¿Cómo puedes decir que podrá funcionar siempre la teoría de la disuasión?», se pregunta. Aparte de esto, cita ejemplos en la historia actual que demuestran que la teoría de la disuasión nuclear no siempre ha funcionado. La existencia de armas nucleares, por ejemplo, no frenó a las milicias del Vietcong en Vietnam.
Los detractores del acuerdo pueden alegar en contra que el tratado «pasa por encima de otros instrumentos que ya han sido acordados internacionalmente y consensuados, y que no hacen falta instrumentos duplicados». Pero esto «no es verdad», sostiene Rajmil: «Lo que ofrece el TPNW es un instrumento paralelo cuyo objetivo es poner más presión para que los estados se pongan a negociar. No hay que observarlo como algo que elimina el resto de instrumentos, sino que es complementario a ellos, es una ayuda más y pone los sedimentos para ir avanzando y tener seguridad en el mundo».
Hace falta más debate público
A pesar de que el debate público sobre las armas nucleares en países como España es pequeño, Rajmil advierte que la gente «a menudo ignora» que es un factor que «mueve mucho las relaciones internacionales». El experto subraya que es una cuestión que «nos influye a todos» y, en cambio, «la gente no la tiene interiorizada». Avisa de que «deberíamos ser conscientes como sociedad civil de los riesgos del uso incontrolado de este tipo de armas». No es solo el efecto nefasto que tendrían y el daño que se podría causar si se utilizaran, sino que las pruebas que se han realizado hasta ahora también han tenido unas consecuencias ecológicas muy graves, por ejemplo, en lugares del Pacífico.
Además, añade el experto, el nuevo tratado es una «iniciativa global de estabilización» que puede contribuir a «esterilizar» conflictos en zonas inestables del mundo donde hay equilibrios de poder frágiles, como ocurre actualmente en Oriente Próximo con la crisis entre Irán e Israel, una cuestión que Rajmil ha analizado en un artículo en la Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos.