Las previsiones de la estación del hambre (periodo entre cosechas que se produce todos los años entre junio y septiembre) ya eran preocupantes antes de la llegada del virus, que ha contagiado ya a más de 1000 personas (solo casos diagnosticados) en la región.
El colapso de los sistemas de salud nacionales dificultaría el tratamiento de la desnutrición aguda entre niños menores de cinco años. La interrupción de mercados o de los movimientos pastorales por las restricciones de movimientos supondrían un estrés añadido.
Acción contra el Hambre pide medidas para garantizar la cadena de aprovisionamiento alimentario en un contexto de restricción de movimientos y cierre de fronteras y que los donantes flexibilicen al máximo las posibilidades de ayuda.
Llueve sobre mojado en África Occidental. Pastores que no podrán realizar su trashumancia estacional por el cierre de fronteras. Sistemas de salud en jaque (0.5 médicos por cada 1000 habitantes en la región). Remesas interrumpidas desde Europa. Posible desplome de los precios de materias primas exportadas desde la región. Son los retos particulares que la COVID-19 está sumando en la región de Sahel, en la que 19 millones de personas estaban ya en riesgo de inseguridad alimentaria tras años consecutivos de sequía y conflicto.
“Aunque los países de la zona han actuado con bastante anticipación para contener el virus y tienen una experiencia muy valiosa en el control de otras epidemias como cólera, ébola o sarampión… un colapso de los centros de salud o la no protección del personal sanitario podría tener consecuencias directas sobre la mortalidad generada por otras enfermedades como la desnutrición”, explica Mamadou Diop, representante regional de Acción contra el Hambre en África Occidental.
“Hay que recordar – continúa – que el sistema sanitario en Sahel se encuentra bajo presión diez meses sobre doce y que solo en unas semanas, con la llegada de la estación de lluvias, empezaría el aumento de casos de desnutrición entre niños y niñas menores de cinco años”.
Más de un millón de personas desplazadas por la violencia en la región
El cierre de fronteras no solo tendrá un duro impacto sobre economías altamente dependientes de la importación: limitará también los movimientos de personas que huyen de la violencia en zonas como el norte de Mali o la cuenca del lago Chad. Por otra parte las limitaciones a los movimientos pastorales, uno de los principales medios de vida en estas regiones, podría aumentar la presión sobre los mermados pastos y generar nuevas tensiones entre pastores y agricultores.
La imposibilidad de aislar los contagios en campos de desplazados o en zonas de hacinamiento de los suburbios, las consecuencias de una detención de la economía informal que da de comer al día a miles de familias o el golpe económico que supondría cerrar los mercados para los agricultores y pastores que dependen directamente de la venta de sus productos y no cuentan con mecanismos de protección social son otros de los efectos indirectos que más preocupan a Acción contra el Hambre.
La incapacidad de los hogares de hacer acopio y almacenar productos frescos por parte de muchas familias es otro de los desafíos alimentarios ante el cierre de mercados, que podrían registrar un alza inusitada de los precios como los de hace una década. En países como Níger las limitaciones de movimientos están afectando al despliegue de la ayuda y la limitación de concentraciones de personas a 50 hace más difícil actividades como distribuciones alimentarias. Las autoridades temen también la especulación con los precios de artículos de protección como mascarillas y guantes.
Una respuesta más allá de la salud
Proteger al personal sanitario y reforzar la capacidad de los sistemas de salud y de diagnóstico de la enfermedad será crucial en las próximas semanas pero Acción contra el Hambre pide también a la comunidad internacional una respuesta que tenga muy en cuenta las consecuencias socioeconómicas de las restricciones de movimientos puestas en marcha para contener la propagación del virus, con una atención muy especial sobre personas refugiadas y mujeres.
“Sera crucial la flexibilidad de los fondos facilitados por los donantes. Si los precios de los mercados se distorsionan habrá que realizar distribuciones directas de alimentos, lo que conllevaría enormes retos logísticos en un contexto de restricción de movimientos y de concentración de personas”, remata Menna Seged, responsable de advocacy para la zona en Acción contra el Hambre. Seged recuerda también que las respuestas centradas en la movilización comunitaria serán clave para contener la transmisión en esta zona y que, en cualquier caso, será importante prever una intervención que se extienda hasta el medio y largo plazo, tanto como duren los efectos socioeconómicos de la pandemia.