Acción contra el Hambre se ha movilizado ya en los 50 países en los que trabaja para luchar contra la pandemia en dos ejes principales: la prevención y contención de la epidemia y la mitigación de sus consecuencias socioeconómicas.
La distribución de materiales de protección sanitaria, kits de higiene y formación a sanitarios y referentes comunitarios de salud, la instalación de puntos de agua y lavado de manos en instalaciones sanitarias así como las campañas de promoción de higiene en las comunidades que realizamos son fundamentales para contener la epidemia en los países más vulnerables.
La distribución de alimentos, las entregas de dinero o bonos y el apoyo a la salud mental serán imprescindibles para mitigar los efectos de esta crisis en los países más necesitados.
En España, Acción contra el Hambre está apoyando a más de 1300 familias, reorientando sus programas de empleo y emprendimiento hacia la atención psicosocial, el entrenamiento en competencias digitales y el asesoramiento sobre las ayudas existentes. Además, se están proponiendo soluciones de saneamiento básico de bajo coste en zonas insalubres de barrios marginales e impulsando modelos de transferencias monetarias para las familias que más lo necesitan.
Ningún país estaba preparado para esta pandemia. Aunque el epicentro naciera en China y ahora golpee Europa y Estados Unidos, el virus ha saltado ya a todos los continentes y comienza a propagarse rápidamente por los países en vías de desarrollo.
“Este virus no tiene pasaporte ni entiende de fronteras, por lo que cuando viene una pandemia como esta es imprescindible trabajar globalmente atendiendo a todas las necesidades”, asegura en este sentido Olivier Longué, director general de Acción contra el Hambre.
Y es que las epidemias, además del impacto sanitario, golpean los cimientos económicos y sociales de países enteros. Por ello, "la respuesta va más allá de la salud: hay que trabajar ya en todos estos ámbitos para mitigar el golpe económico tanto del propio virus como de las medidas de aislamiento y paralización económica que se han puesto en marcha para atajarlo”, enfatiza Longué.
Curar y prevenir con sistemas de salud mucho más débiles
No sabemos cómo va a comportarse el virus en otras comunidades pero sí que los sistemas de salud de los países en desarrollo están mucho menos preparados y se colapsarán antes, con consecuencias previsiblemente más duras que las registradas en Occidente.
“Sumar a esta pandemia problemas de salud como la malaria, la tuberculosis, el VIH y la siempre presente desnutrición en estos países es una ecuación muy complicada y nada fácil de predecir”, asegura Antonio Vargas, responsable de salud pública de Acción contra el Hambre, que insiste en que “las estrategias de contención y mitigación puestas en marcha en países como España tienen un coste imposible de asumir en estos lugares.”
En este sentido, desde Acción contra el Hambre se han ampliado ya los programas de saneamiento básico y promoción de la higiene en los países y se ha intensificado el trabajo con las comunidades -líderes locales, religiosos y personal de salud- para lograr cambios de comportamiento que ayuden a detener la transmisión del virus. Todo ello, además de reforzar el personal y estructuras sanitarias, pero incidiendo especialmente en el trabajo y apoyo en la comunidad.
Amortiguar el golpe socioeconómico
La parada en seco de la economía relacionada con las medidas de confinamiento tiene ya graves efectos en Europa, pero allí donde casi la mitad de la población vive al día y los mecanismos de protección social son casi inexistentes las consecuencias para los más vulnerables pueden ser devastadoras.
En los países en desarrollo un porcentaje muy amplio de la población vive de la economía informal y depende de lo que produce y vende cada día para comprar alimentos y otros productos básicos. Los gobiernos de estos países tienen escasas capacidades para articular sistemas de ayudas y aumentar el gasto público, lo que incrementará los problemas sociales y económicos derivados de esta pandemia.
Desde Acción contra el Hambre se está luchando ya para mitigar estas consecuencias mediante la distribución de alimentos, reforzando las ayudas monetarias directas o a través de cupones o con programas de fomento de la empleabilidad y el emprendimiento inclusivos.
También estamos contribuyendo al seguimiento epidemiológico y del impacto socioeconómico en los hogares y comunidades donde actuamos y de los mercados de esas regiones.
Todo ello, recordando la necesidad de no desviar la atención sobre otras crisis: “cerca de 200 millones de personas dependían de la ayuda humanitaria para sobrevivir, no podemos olvidarnos de ellas ahora”, concluye Longué.