Adelgazar es fácil, pero mantener el peso es el verdadero desafío

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Perder peso parece ser una meta alcanzable para muchos: con un poco de disciplina, una dieta estricta o una rutina de ejercicio intensa, los kilos comienzan a desaparecer. Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto es que el verdadero reto no está en adelgazar, sino en mantener ese peso a largo plazo. Este desafío, que combina factores físicos, psicológicos y sociales, es lo que separa el éxito temporal del bienestar duradero.

El proceso de adelgazar suele estar impulsado por una motivación clara: un evento especial, mejorar la salud o simplemente sentirse mejor con uno mismo. En esta etapa, las restricciones calóricas, el aumento de la actividad física y las dietas de moda pueden dar resultados rápidos. Según estudios, una persona promedio puede perder entre un 5% y un 10% de su peso corporal en los primeros meses con un plan bien estructurado. Pero aquí viene la trampa: el cuerpo humano está diseñado para resistir estos cambios. Tras la pérdida de peso, el metabolismo se ralentiza, el apetito aumenta y las hormonas como la grelina —que estimula el hambre— se disparan, como si el organismo quisiera recuperar lo perdido.

Mantener el peso requiere un enfoque completamente diferente al de adelgazar. No se trata de medidas extremas, sino de construir hábitos sostenibles. La clave está en la consistencia: comer de forma equilibrada, hacer ejercicio regularmente y aprender a manejar las emociones sin recurrir a la comida. Sin embargo, esto es más fácil de decir que de hacer. Vivimos en un mundo lleno de tentaciones: comidas ultraprocesadas al alcance de la mano, estrés cotidiano y una cultura que a veces glorifica los excesos. Un estudio publicado en la revista Obesity reveló que más del 80% de las personas que pierden peso lo recuperan en un plazo de cinco años, lo que demuestra lo complejo que puede ser este proceso.

El aspecto psicológico también juega un papel crucial. Durante la fase de adelgazamiento, la motivación está en su punto más alto, pero una vez alcanzado el objetivo, muchas personas relajan sus esfuerzos o caen en la trampa de la autocomplacencia. La mentalidad de “ya lo logré” puede abrir la puerta a viejos hábitos, como el picoteo nocturno o saltarse el gimnasio. Además, la presión social —desde invitaciones a comer fuera hasta comentarios sobre el cuerpo— puede socavar la determinación de quien busca mantenerse en forma.

Entonces, ¿cómo superar este desafío? Los expertos sugieren un cambio de perspectiva: en lugar de ver el mantenimiento del peso como una lucha constante, hay que transformarlo en un estilo de vida. Esto implica encontrar un equilibrio que no se sienta como un castigo. Por ejemplo, permitirte un postre ocasional sin culpa, pero compensarlo con una caminata extra. También es fundamental rodearse de un entorno que apoye tus metas: amigos que respeten tus decisiones o una despensa libre de tentaciones innecesarias.

Adelgazar puede ser el primer paso, y ciertamente no es sencillo, pero mantener el peso es una prueba de resistencia y autoconocimiento. No se trata solo de kilos, sino de aprender a vivir en armonía con el cuerpo y la mente. Porque, al final, el verdadero éxito no está en la báscula, sino en la capacidad de sostener lo que has logrado.

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