
CÍRCULO ROJO.- En tiempos de incertidumbre, emergen voces capaces de transformar la realidad en relato. Santiago Serrano Martínez-Risco, autor novel aunque veterano de las letras íntimas, nos invita a revisitar la pandemia desde una lente afilada por el humor, la ironía y una ternura desconcertante. Su obra, “Crónicas y contra crónicas de un tiempo enojoso y quince bises conciliadores”, publicada por Editorial Círculo Rojo, se ha convertido en una de las opiniones más lúcidas sobre un tiempo que aún late en nuestra memoria reciente.
El autor de raíces gallegas y andaluzas se ha inspirado en la estela de su abuelo Vicente Risco —figura esencial de la intelectualidad gallega— y en su educación entre montañas de libros paternos que siempre le han impulsado a escribir, aunque fue en el confinamiento cuando encontró el ritmo y la claridad narrativa para gestar este libro.
La primera parte, las "Crónicas", nace del tiempo enojoso de la pandemia. Con relatos que se deslizan entre el monólogo interior, la sátira política y la crónica social cargada de simbolismo cotidiano, Martínez-Risco retrata la fragilidad humana con un lenguaje lleno de imágenes poéticas y lúcidas. La segunda parte, "los bises", son relatos más libres, más soñados, más merinos —como diría el autor— que se alejan de la pandemia para reconciliarnos con la imaginación y con nosotros mismos.
La obra es un testimonio literario que desafía clasificaciones: mezcla de crónica, ensayo, diario personal y cuento breve, siempre hilada con un humor que roza lo existencial. Como él mismo dice, sus textos están pensados para lectores de 0 a 95 años que sepan —o deban aprender— que la mejor forma de ganar el tiempo es perderlo.
Lo que hace única a esta obra no es solo su estilo envolvente, sino su capacidad de capturar el absurdo con ternura, el encierro con libertad y el miedo con carcajadas. En cada página hay una invitación a la risa reflexiva, una mirada alternativa que convierte lo cotidiano en universal.
SINOPSIS
Crónicas y contra crónicas de un tiempo enojoso y quince bises conciliadores es un pequeño libro que contiene dos partes bien diferentes.
La primera son unas crónicas hechas a vuela pluma de un tiempo que ya nos parece lejano y que, ciertamente, fue enojoso.
Son más que nada ocurrencias, a veces cómicas, a veces no tanto, que pretendo que sean un relato no demasiado fiel de lo que nos pasó y que cuenten cómo creo que salimos de aquello.
Fueron, a mi parecer, una preparación para la segunda parte: unos relatos que llamo conciliadores porque con ellos dejo aparcado para siempre ese periodo incómodo y discordante.
Son textos breves, divertidos y capaces de sacar una sonrisa; están escritos a ratos perdidos, que gracias a ellos he sabido encontrar.
AUTOR
Nací un 17 de enero de 1965 en Córdoba.
Al poco de nacer, mis padres se trasladaron a Granada en donde di mis primeros pasos, y en donde residí hasta los treinta años, con alguna estancia en Inglaterra, en concreto en Manchester, dónde mi padre terminó su postgrado. Y donde fui socio del Manchester City, antes de Guardiola.
Me eduqué en el Colegio Barrio Figares, donde eran famosos y grandes como mandarinas los chinos que cubrían el patio, que abrían unas brechas en nuestras cabezas por donde entraban a raudales los conocimientos.
De ahí pasé al Instituto Experimental Padre Manjón, en donde ciertamente los pedagogos experimentaban en nosotros sus últimas ocurrencias educativas. Me sentía orgulloso de ser un cobaya.
Aunque había cursado ciencias puras, más que nada porque a mi lo que me gustaba era la literatura, con la coherencia que me adorna, al terminar, me matriculé en la Facultad de Derecho, una carrera para la que, en principio, no parecía tener dotes ni afición.
Pasé por la facultad asistiendo a algunas pocas clases, aunque aprobando todas las asignaturas, de una forma pasmosa para mí, dada la gran afición que siempre tuve por no hacer nada, más allá de leer y garabatear cuadernos.
Terminada la carrera, empecé a estudiar las oposiciones a Judicaturas, aunque nunca pasé de aprobar en dos ocasiones el primer examen teórico.
Harto de opositar, y dado que mi esposa estaba trabajando en Campillos, cerca de Málaga, como farmacéutica, decidimos casarnos un 21 de marzo de 1993 e ir a vivir a ese pueblo, uno de los mayores productores de cerdos de España, del que siempre recordaré su aroma.
A continuación, opté a las plazas de juez sustituto y me nombraron para ejercer en Huéscar (Granada), en donde había un juzgado único que ningún titular quería, por lo que estuve allí casi seis años.
Estando allí, en 1994, nació nuestro único hijo, Manuel Vicente, farmacéutico de profesión y músico de corazón.
Estuve a continuación como juez sustituto en Loja, y cuando acabé allí, nos trasladamos a Ronda, en donde ejercí durante un año como secretario judicial.
Con ayuda de la familia, tras ese periplo, compramos una farmacia en Cortijillos (Los Barrios), en donde mi esposa ejerció de boticaria de pueblo, y yo me instalé como abogado en el piso que estaba justo encima de la oficina de farmacia.
Desde ese momento, he ejercido de abogado en el Campo de Gibraltar, en donde llevo más de 24 años, y he aprendido a que me guste mi profesión y a ejercerla con cierto oficio.
En cuanto a mi afición por la literatura, surgió de la auténtica obsesión de mi padres por ella, sobre todo por la inglesa, que, como profesor de lengua, diseccionaba con mucho tino, y, sobre todo, por mi abuelo, Vicente Risco, al que no conocí; era un auténtico sabio, maestro de profesión, director de la Escuela de Magisterio de Orense, escribió novelas notables, tanto en castellano (La Puerta de Paja, finalista del premio Nadal en 1952), como en gallego (O porco de Pe, dicen que la primera novela moderna escrita en gallego). Escribía también artículos periodísticos costumbristas y deliciosamente ingenuos, ensayos sesudos, estudios de etnografía y libros inclasificables, como por ejemplo su Historia del Diablo.
Con esos precedentes, me enganché a casi todo lo que se escribe, sin inclinaciones firmes, y escribo desde siempre, aunque no lo hice metódicamente hasta el parón que supuso la pandemia; primero, crónicas de lo que nos pasaba, y más tarde, cuentos o relatos cortos, pero intensos y espero que divertidos, alguno de los cuales ya publiqué bajo el título Dieciséis cuentos imposibles y una verdad incómoda, y otros que se contienen en la segunda parte de este libro, pues los textos de la primera parte son las crónicas o impresiones de un tiempo infame.