En 2023, los efectos de El Niño provocaron sequías prolongadas y escasez de agua en el Corredor Seco de Centroamérica, Bolivia y Colombia, además de inundaciones en las costas de Ecuador y Perú.
El informe aporta experiencias clave en el soporte técnico a pequeños agricultores y cooperativas en el uso de tecnologías agrícolas, como variedades de cultivos tolerantes a la sequía y gestión eficiente del agua.
América Latina y el Caribe sufre, de manera cíclica, dos fenómenos meteorológicos extremos: “El Niño” y “La Niña”. La temporada de El Niño acabó a finales de abril, mientras que en mayo ya se está gestando La Niña. La primera alerta indica que La Niña podría causar un gran impacto en la meteorología global, en forma de temporada de huracanes y tormentas.
Los fenómenos meteorológicos extremos como El Niño y La Niña afectan de manera particular a la región latinoamericana y ponen en jaque su producción agricultora y ganadera afectando a millones de personas. El Niño fue declarado activo a comienzos de julio de 2023 y debilitado hace solo unas pocas semanas. Durante la fase cálida de este episodio climático, territorios como el Corredor Seco –en Centroamérica– y el norte de Sudamérica suelen sufrir temperaturas más altas de lo habitual y fuertes sequías, mientras que las costas occidentales de Colombia, Ecuador o Perú experimentan grandes tormentas, lluvias torrenciales e inundaciones. A diferencia de la fase fría del fenómeno, La Niña, que ya se está gestando en el mes de mayo y que suele presentarse como una temporada de huracanes y tormentas. Según una alerta emitida, este año se prevé que será de cierta intensidad y que causará grandes impactos en la meteorología global.
El Programa Mundial de Alimentos (WFP) y Acción contra el Hambre han documentado en un informe conjunto el impacto de El Niño desde su comienzo, el pasado mes de julio, señalando las soluciones y necesidades más urgentes que deben abordarse. Hasta la fecha, 1,29 millones de personas en toda la región se han visto expuestas a sequía grave, lo que afecta principalmente a las comunidades de las zonas rurales, más vulnerables a los cambios climáticos, dependientes de la producción agrícola y con escaso acceso a créditos y recursos para hacer frente a estas variaciones de precipitaciones. 486 000 de estas personas se encuentran en América Central, mientras que las otras 803 000 habitan en Perú, Venezuela, Bolivia o Colombia.
Impactos así son gravemente perjudiciales en una región donde las cifras de inseguridad alimentaria ya eran preocupantes antes de la declaración. Y es que, según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2023 publicado en julio de ese mismo por Naciones Unidas, más de 43 millones de habitantes de Latinoamérica y El Caribe se encuentran subalimentados, y casi 83,5 millones de personas padecen inseguridad alimentaria grave. Una realidad que, tras varios meses sumando los efectos de El Niño, se ha agravado notoriamente.
Acción contra el Hambre y el Programa Mundial de Alimentos subrayan la importancia de invertir en acciones de respuesta temprana y apoyo técnico para fortalecer la resiliencia de los pequeños productores ante los choques climáticos que El Niño pueda provocar en el futuro. Todo ello en coordinación con gobiernos locales y servicios públicos. Así mismo, cobra relevancia la coordinación entre organizaciones humanitarias, autoridades locales y ciudadanía para la reacción ante emergencias climáticas posteriores.
Los hogares por debajo de la línea de pobreza que presentan otros factores de vulnerabilidad social –como la dependencia, el trabajo informal, las personas con discapacidad, los enfermos crónicos o las mujeres embarazas o lactantes– son más propensos a sufrir las consecuencias climáticas y de inflación a causa de El Niño y, por tanto, a padecer una mayor inseguridad alimentaria. También lo son los miembros de comunidades indígenas o afrodescendientes, ya que el 46% de la población rural de la región pertenece a este colectivo.
Cómo lucha Acción contra el Hambre frente al cambio climático
En su informe conjunto, el Programa Mundial de Alimentos y Acción contra el Hambre referían la advertencia de Famine Early Warning Systems Network (FEWS NET): a finales de marzo de este 2024, las predicciones indican que entre 1,7 y 2,7 millones de personas requerirán asistencia alimentaria tan solo en los cuatro países centroamericanos a causa de El Niño. Por ello, se han puesto en marcha medidas de prevención y sistemas de atención temprana como la distribución de transferencias en efectivo o el desarrollo del Sistema PREDISAN (por parte de Acción contra el Hambre), que recopila datos de forma sistemática, los analiza utilizando técnicas de aprendizaje automático y supervisa indicadores vinculados a la inseguridad alimentaria.
También se dio respuesta a situaciones de emergencia mediante entrega de productos alimentarios y transferencias monetarias, se trabajó por fortalecer las capacidades institucionales, apoyando técnicamente los sistemas nacionales de protección social, y se brindó soporte técnico a pequeños agricultores y cooperativas agrícolas, que aumentaron sus competencias en el uso de tecnologías agrícolas respetuosas con la sequía, como variedades de cultivos tolerantes a la sequía y gestión eficiente del agua.
El agua es precisamente uno de los grandes retos para la región. El norte de Sudamérica ha registrado una sequía sin precedentes: la cuenca del río Amazonas ha alcanzado sus niveles más bajos de los últimos 120 años, y esto se ha reflejado en una subida de precios que deja a casi 6,8 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria grave entre Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
En estos territorios, Acción contra el hambre ha implementado actividades de resiliencia y desarrollo con las comunidades locales, formando a organizaciones comunitarias, al tiempo que ha trabajado en dar respuesta a las emergencias causadas por condiciones climáticas: en Colombia ha beneficiado a más de 15 000 personas a través de asistencia alimentaria, y en Perú se ha llegado a cerca de 73 500 personas distribuyendo efectivo para diversos propósitos, artículos de higiene y alimentos a familias en situaciones de vulnerabilidad extrema.