En los últimos tiempos han proliferado las publicaciones sobre cómo las empresas se preocupan por el bienestar de sus trabajadores, por su salud, por su felicidad. Bienvenidos al club, los sindicatos, y muy en particular el STR, ya llevamos décadas en esta lucha. No es ninguna noticia que un trabajador que disfruta de una buena condición psicológica, física, que puede conciliar su vida personal con el trabajo y que forma parte de un ambiente de trabajo positivo aportará mucho más que uno que se encuentra en la situación contraria. Me dirán que no hacía falta ser muy listo, pero conviene no olvidar que no estamos tan lejos de aquello de que "el ojo del amo engorda el ganado".
Desafortunadamente, aún quedan muchos entornos laborales tóxicos, incluso en empresas que no paran de publicar imágenes y vídeos de trabajadores felices. Se reconocen por factores como las elevadas tasas de rotación; la sobrecarga de trabajo que hace que nadie termine a su hora; la falta de oportunidades de crecimiento; un liderazgo que no motiva ni fomenta la responsabilidad y la autonomía de los miembros del equipo; el poco o inexistente compañerismo; entre otros síntomas. Son dinámicas fácilmente perceptibles, pero aún hay demasiadas empresas que no se dan cuenta de lo que está en juego: primero, la salud de las personas que forman parte y, en última instancia, de sus resultados, porque con la toxicidad instalada es difícil pensar que una empresa pueda ser competitiva a medio plazo.
Por otro lado, un ambiente de trabajo que cuida de las personas que lo forman es más creativo, se adapta mejor a las adversidades, los cambios y los imprevistos tan propios de la dinámica actual y sus miembros están más predispuestos a formarse continuamente, un elemento clave que marca en muy buena medida la competitividad de cada empresa. Además, lógicamente, con más bienestar se dispara el compromiso con la empresa y baja la rotación, una amenaza que se combate con salarios justos, pero también con el salario emocional que supone una buena política de recursos humanos.
La balanza está muy clara. Es, por tanto, cuestión de elegir qué nos conviene más, tanto desde el punto de vista de los trabajadores, como de las empresas. Desde el Sindicato de Trabajadores tenemos como prioridad la detección y erradicación de las toxicidades en el trabajo, por eso hacemos pedagogía de cuáles son los indicadores que identifican la toxicidad. Es necesario que todas las empresas entiendan que son las primeras interesadas en esta lucha. Es una inversión con retorno.
JORDI MARGALEF
Secretario de Comunicación del Sindicato de Trabajadores (STR)