En 10 años, el hígado graso se convertirá en la primera causa de trasplante y de cáncer de hígado, actualmente es la tercera causa.
Los principales factores de riesgo son la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el colesterol y, en general, todas las afecciones incluidas en el síndrome metabólico.
La enfermedad de hígado graso no alcohólica (EHGNA), una patología cuya prevalencia asusta a los especialistas porque va en aumento, la sufren actualmente más de 10 millones de españoles y puede tener consecuencias fatales, aunque un gran porcentaje de ellos lo desconoce.
"Ahora mismo, es la enfermedad hepática más frecuente en nuestro país. La padece el 25% de los españoles y el porcentaje está creciendo porque los principales factores de riesgo son la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el colesterol y, en general, todas las afecciones incluidas en el síndrome metabólico (tensión alta, niveles de azúcar en sangre, exceso de grasa en la zona de la cintura, colesterol malo y triglicéridos altos) se incrementan cada día, por lo que el riesgo de padecer esta enfermedad también crece", explica Javier Ampuero, hematólogo del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla para la revista Consumer. A pesar de no consumir alcohol en exceso, las personas que lo sufren pueden terminar con su órgano igual de dañado que el de un alcohólico, con cirrosis o cáncer hepático.
Una enfermedad silenciosa que tarda en dar la cara
El hígado graso es una enfermedad silenciosa que puede tardar décadas en dar síntomas y para la que no existe fármaco, aunque perdiendo peso, adoptando una dieta saludable y practicando ejercicio, el órgano es capaz de regenerarse si se coge a tiempo. En las fases tempranas de la enfermedad, el daño puede revertirse si adoptamos el estilo de vida adecuado, basado en la dieta saludable y la práctica del ejercicio físico.
Esta enfermedad es provocada por la acumulación excesiva de grasa a lo largo de los años en el interior del hígado (en sus células o hepatocitos). "Este cúmulo puede hacerse tóxico y dañar el hígado, produciendo inflamación (hepatitis) y daño celular, con destrucción de células hepáticas y estrés oxidativo. A su vez, esta inflamación puede activar unas células que llamamos células estrelladas hepáticas, que son las encargadas de producir fibrosis (cicatrices) en el hígado, que si va en aumento puede conducir a la cirrosis o cáncer de hígado", explica Rocío Aller de la Fuente, especialista del aparato digestivo del Hospital Clínico de Valladolid y miembro de la Asociación Española para el Estudio del hígado (AEEH).
Los especialistas adviertan de que, si la prevalencia va en aumento, las previsiones para unos 10 años son que la tasa de los que desarrollen un problema de cirrosis y cáncer también se disparará. "En mi hospital a lo largo de esta última década hemos ido viendo cómo cada vez hay más casos de trasplantes de hígado asociados a cánceres vinculados a la EHGNA. Calculamos que en el plazo de 10 años se convertirá en la primera causa de trasplante y de cáncer de hígado (actualmente es la tercera causa)", explica Javier Ampuero, hematólogo del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla.
Hasta que no hay una cirrosis muy avanzada, realmente no hay síntomas evidentes que pueden ponerle a uno sobre la pista de que algo no marcha bien. Por eso, cuando se presenta la cirrosis se puede observar la aparición de la característica ictericia, la coloración amarillenta de la piel que se produce porque el hígado es incapaz de eliminar la bilirrubina de la sangre. "En las fases iniciales sin fibrosis hepática no suelen manifestarse síntomas y los que aparecen no son demasiado específicos (cierta molestia o cansancio) y que son los derivados de las enfermedades asociadas, lo que dificulta el diagnóstico de la enfermedad", explica Aller.
El hígado tiene la capacidad de regenerarse, pero los expertos advierten que hasta cierto punto. Si el hígado ya está muy deteriorado y castigado, el órgano pierde esa capacidad. La EHGNA se desarrolla de una manera progresiva y lenta, y se clasifica en función del estadio en el que se encuentra. El grado de cicatrices o heridas (fibrosis) que tiene el hígado graso se clasifican del cero al cuatro. En el cero no habría nada de grasa o heridas y en el cuatro estaríamos ante una cirrosis. "Cualquiera de los primeros estadios de la enfermedad puede volver hacia atrás, pero cuanto más avanzado sea este grado, más difícil será el retroceso. De hecho, el cuarto ya es irreversible", explica Ampuero.
Incidencia de la enfermedad en niños
"Un 30% de la población infantil tiene obesidad, muchos niños consumen comida poco saludable, rica en grasa saturada, ultraprocesada, bebidas azucaradas y bollería industrial. Lógicamente en ellos encontramos formas más leves de la enfermedad, porque no ha dado tiempo a su progresión, pero si un niño tiene sobrepeso va a tener más riesgo de padecer formas avanzadas de enfermedad por hígado graso en la edad media de la vida, así como más riesgo de diabetes y de otros factores de riesgo cardiovascular", explica la doctora Rocío Aller. Por ello, es muy importante educar desde la infancia en una alimentación saludable y práctica de ejercicio físico, evitando el sedentarismo.
Desde la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) se trabaja en concienciar tanto a pacientes como a profesionales médicos de los peligros de esta enfermedad y, sobre todo, por crear unas guías que involucren a todos los profesionales médicos (hepatólogos, endocrinos, Atención Primaria...). Lo que parece claro es que hay que seguir trabajando tanto en el diagnóstico precoz, también en los cribados y, sobre todo, en la educación a los padres, porque el panorama no pinta bien. "Los adultos con cirrosis que vemos en consulta con 50 años comenzaron a tener problemas con el hígado graso a los 30. No sabemos a qué edad nos vamos a encontrar cirrosis en el futuro si los niños y adolescentes ya empiezan a sufrirlo tan pronto", señala el hematólogo Javier Ampuero.