5 mitos sobre la profesión de influencer

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5 mitos sobre la profesión de influencer

Es una realidad que los jóvenes españoles sueñan con ser influencers, youtubers o creadores de contenido digital (lo vemos en recientes estudios como el de Remitly o en este informe de La Fundación FAD Juventud y la Fundación ”la Caixa), y también que cada vez son más quienes se dedican a ello.

Según un reciente estudio de 2btube, agencia experta en influencer marketing, en la actualidad se contabilizan en España más de 12.000 influencers profesionales, de los cuales 1.100 son macroinfluencers.  Estas cifras suponen un incremento de un 32% y un 25% respectivamente en comparación con el año pasado. 

Sin embargo, al tratarse de una profesión tan nueva y con poco recorrido histórico, por el momento, han surgido muchos mitos. “Algunos piensan que para ser influencer todo es cuestión de suerte, pero lo cierto es que, cada vez más, se trata de un trabajo a tiempo completo en el que, como cualquier autónomo, la estrategia, el esfuerzo y la dedicación son un ingrediente fundamental”, explica Fabienne Fourquet, CEO de 2btube.. 

Desde 2btube nos desmienten los cinco principales mitos respecto a la profesión de influencers:

Hay que tener millones de seguidores para vivir de ser influencer: Si bien los seguidores son un requisito fundamental, ya que son una referencia del alcance que se tiene, hay temáticas en las que se puede vivir teniendo ‘solo’ decenas o centenas de miles de seguidores. Todo depende del perfil de creador de contenido (si es atractivo para anunciantes de su sector), las plataformas y formatos que usa (no en todas se gana dinero directamente y, a más diversificación, mayores ingresos) y de su modelo de negocio (si tiene financiación a través de fans, vende productos...).

Sus ingresos dependen de las visualizaciones que tengan sus vídeos: La cantidad que se gana con un vídeo en YouTube o Facebook depende de los anuncios que se muestran al verlo y del precio al que se haya vendido ese anuncio. Si al ver un vídeo no aparece ningún anuncio, esa visualización no está generando ingresos.  El que aparezca un anuncio depende de factores como el volumen de inversión de los anunciantes en la plataforma, si están interesados en su audiencia o en la temática de sus vídeos, y en lo que estén dispuestos a pagar en ese momento concreto. Aparte de esto, hay muchos métodos alternativos para generar ingresos en esta profesión, completamente ajenos al número de visualizaciones que tengan, como vemos en el punto anterior. 

Hacer publicidad para marcas siempre perjudica su imagen: Si la promoción está bien hecha y tiene sentido con el influencer y su audiencia, suele tener muy buena acogida. Las nuevas generaciones entienden perfectamente que los creadores necesitan este tipo de acuerdos publicitarios para vivir. Y es más, para ellos ver cómo una marca apoya a su creador favorito les genera sentimientos positivos hacia esa empresa. Además, ya existe un código de autorregulación de la profesión con el que los influencers demuestran transparencia con su audiencia, etiquetando el contenido publicitario como tal.

Triunfar como influencer es cuestión de suerte: Es verdad que la suerte puede hacer que un vídeo se viralice. Pero de un vídeo viral nadie se convierte en influencer. Hay que tener una estrategia a largo plazo, constancia en la publicación de contenidos en redes sociales; un talento o carisma que conecte con la audiencia y saber cómo funcionan las plataformas digitales, entre otros muchos requisitos. El talento tiene que complementarse con pasión por el proyecto y trabajo duro. 

Lo hacen todo ellos mismos: Todos los creadores comienzan en solitario, siendo ellos mismos quienes piensan, graban, editan y publican sus contenidos. Pero enseguida empiezan a necesitar apoyos, desde agencias para buscarles campañas con marcas a empresas especializadas en monetización en plataformas digitales. Incluso, muchos trabajan con editores, realizadores o productores para ayudarles con sus vídeos. Y ya, en caso de macroinfluencers, algunos han fundado sus propias empresas y tienen a decenas de personas contratadas.

Este sector, que no solo da trabajo al propio influencer sino que ha creado una industria alrededor conocida como “Creator Economy”, se estima mueve más de 100..000 millones de dólares al año. 

“Ser influencer es ya una profesión reconocida. La amplia variedad de formas que existen actualmente para generar ingresos y la cantidad de actores que formamos parte de este ecosistema ha maximizado las oportunidades de rentabilizar el esfuerzo de los creadores de contenido. Pero, al mismo tiempo, ha hecho más complejo su trabajo y cada creador necesita un plan de negocio personalizado para poder alcanzar su máximo potencial”, concluye Fabienne Fourquet.  

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