El vino más especial de Bodegas RODA, que solo se da en años donde logra una madurez perfecta, consigue con la añada 2019 una calidad extraordinaria. Según Agustín Santolaya, director general de la bodega, “CIRSION 2019 probablemente es la cosecha más completa desde la 2001. Es uno de esos vinos que dan sentido a tantos años de esfuerzo de un equipo, en la viña, en la bodega y en el mercado”.
Este vino es fruto de la perseverancia de la bodega en dar con la clave para obtener una maduración perfecta de las uvas. Un proceso que marca la diferencia en sabor y textura, logrando un vino de calidad y complejidad excepcionales.
La uva para elaborar CIRSION se obtiene seleccionando solo algunas plantas, escudriñando entre diversas parcelas de viñedo viejo.
Tras una de las añadas más lluviosas de su historia, la sequía marcó la añada 2019. El invierno fue muy frío y extremadamente seco, siendo noticia los incendios en Cantabria en pleno mes de febrero. La viña brotó de forma tímida a finales de marzo, pero las lluvias del mes de abril, aunque escasas, cambiaron la situación. A pesar de la sequía, la planta se mostraba plena. Los viñedos de CIRSION alternan areniscas y margas calizas, lo que permite a las raíces penetrar en el suelo para buscar nutrientes y humedad.
La situación de calor y sequía, durante la época de floración y cuajado, provocó una reducción de cosecha, quedando los racimos claros, con bayas separadas y muy bien ventiladas. Tras dos olas de calor y anecdóticas precipitaciones, para el 25 de julio ya se veía envero en las uvas. La maduración fue excelente, lo que se tradujo en una cosecha magnífica en calidad, aunque escasa en producción.
Notas de cata
CIRSION 2019 está lleno de matices, ha captado todos los detalles de la añada y del paisaje. El color es muy profundo, con el fondo rojo picota y ribete de la misma tonalidad. En nariz, la intensidad aromática cautiva nada más servirlo en copa. Una añada que define los grandes vinos de CIRSION. Destacan las frutas negras, con tintes de fruta roja y matizado por aromas a violetas, con un recuerdo a tierra mojada. También están presentes las especias como el clavo de olor y la pimienta negra, así como ligeras notas ahumadas, además de cacao y regaliz.
En boca, aporta una sensación de volumen que no pesa. Un vino con gran frescura y un tanino finísimo que lo dota de una gran elegancia. La carga frutal, las especias y la tierra húmeda vuelven de nuevo para ofrecer una sensación amplia y persistente.
Una añada que, según Santolaya “es claro ejemplo de cómo el vino es la única forma dinámica de embotellar el tiempo”, y será interesante ver todo lo que esta añada es capaz de ofrecer durante las próximas décadas.