A semejanza, que muchas personas han percibido/visto más televisión que periódicos, y, antes, otras más hojas de periódicos que libros, ahora más Internet que libros…
El periódico es un órgano/invento/artilugio que cumple muchos funciones/fines: ideoinformar, ideodeleitar, ideoentretener, ideoargumentar, ideologizar, ideoconceptuar, ideoculturizar, ideoconvencer, ideodirigir cabezas y cuerpos –en ciertos y en muchos sentidos…-. La prensa, desde aquella, que en hojas, escritas a mano, manuscrita cada una, pasando por hojas sueltas pero ya a imprenta, después, pequeñas gacetas, de varias hojas, y, toda la revolución industrial, con semanarias, diarios o periódicos de cada día, de varias hojas a decenas de hojas, hasta ahora que se ha instalado de momento en Internet, y, los cambios que se irán produciendo en las próximas décadas, no tardarán mucho, aunque no sabemos cuales y cuántos y cómo…
La necesidad de información y comunicación y educación y divulgación que tiene, lo que hoy denominamos periodismo, ha sido constante. Desde hace siglos, que existía una figura, el pregonero en casi cada pueblo, que iba contando y cantando y voceando las noticias más importantes, hasta el reloj que avisa de la última noticia que ha llegado a tu teléfono móvil. Siempre el ser humano ha necesitado conocer lo que sucedía al otro lado del mundo o al otro vecino de la calle. Este ha sido el transcurrir del tiempo y del espacio… Esta es una necesidad humana. Quizás, para entender los cambios, quizás para prepararse para los cambios, quizás los nuevos sucesos que os arrastran a cambios…
El maestro Manuel Alcántara, maestro del columnismo literario o personal o de opinión, que es, en nuestra sociedad y país, ha tenido un regimiento enormemente rico en personas de alta calidad literaria e informativa, el maestro Alcántara, en un artículo titulado, Una vida en los periódicos, publicado por Aehcos Magazine, en 1993, nos narra algo de esta escuela, que al menos tiene dos siglos, de cabezas y corazones que han querido descifrar algo de la realidad humana, interior y exterior, individual y colectiva, utilizando un artilugio inventado/descubierto/diseñado por los humanos, que llamamos columna de opinión. En la cual se mezclan distintos ingredientes, como una paella o cocido o ensalada, que cada individuo la prepara como desea y con los ingredientes que desea y con la cantidad de substancias que desea…
Un artículo de opinión/literario/personal, por no mencionar otros nombres que se le ha ido dando a lo largo de las generaciones que van naciendo y marchitándose, es como un árbol pequeño que nos muestra y enseña multitud de realidades, que de otro modo, quizás no tendríamos acceso. Una columna nos puede mostrar un trozo de realidad, que quizás, usted nunca había pensado, o, una serie de argumentos que usted no se había detenido a pensar/razonar/analizar/meditar… No son grandes acontecimientos académicos, ni grandes artículos universitarios, sino es una mezcla de ornitorrinco de palabras/ideas/conceptos/imágenes. Es algo así, como un trozo de sinfonía que puedes escuchar y oír y reflexionar en cinco minutos…
Me duele, debo indicarlo, cuando se cita, siempre solo a Larra como el creador o maestro del articulismo, y, olvidamos, que a su lado –sin entrar en el siglo anterior-, existían Fernán Cabalero, Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos, Larra desde luego, Bécquer, Alarcón, Clarín, Valera, Estebanez Calderón, Galdós, Pardo Bazán, Blanco White, Cavía, Andrés María Segovia, Antonio Flores, Eusebio Blasco, Pérez González, y, un etcétera. Desde luego, no todos de la misma generación del diecinueve, pero si todos, todos de ese siglo, encabalgados unos en otros, unos sobre otros, unos con otros…
Sin numerar, porque sería imposible, treinta o cincuenta o cien nombres del siglo veinte, de distintas generaciones, yo, suelo pensar/catalogar/clasificar, los del primer tercio del siglo veinte, los del segundo tercio del siglo veinte, en medio una incivil guerra incivil, los del último tercio del siglo veinte, y, si se quiere, los surgidos en el siglo veintiuno. Personalmente, aunque no tenga nombre, ni firma, yo pertenecería por generación al último tercio del siglo, a la generación literaria del 75-80 o de la Transición, aunque las columnas que haya publicado, hayan sido públicas pues estarían en la década de 2010 y siguientes –aunque no sabemos cuánto tiempo y cuántos siguientes existirán para mi pluma y cabeza y corazón…-.
No saber y no conocer y no haber leído, al menos, algunos de los artículos de toda esta bodega de hombres/mujeres de la literatura y del articulismo, es no conocer y entender, el piano que se está utilizando, esta mezcla de comentario y crónica y artículo y columna de opinión y literaria. Es, ponerse a sí mismo una venda.
Uno, de los errores, para terminar, del articulismo actual, es que no se citan, a varias decenas de articulistas producidos en el siglo veinte, de una gran valía literaria, pero que las realidades políticas tapan y esconden. Cuándo esas personas, independientes de su color ideológico sociopolítico, muchas de ellas, alcanzaron un alto nivel cualitativo literario y del género de la opinión.
Dos, un grave error, es que un Museo o Fundación o Departamento Universitario o Biblioteca o Entidad, empiece a archivar y documentar, datos y curriculum y recoger, dentro de la ley que lo permita, los nombres de cientos y miles de articulistas de opinión y de análisis, que ha dado esta marisquería que es la Piel de Toro. Es una enorme pérdida de riqueza cultural, que está dormida, en anaqueles de maderas y papeles, esperando que se vayan olvidando y deteriorando. Riqueza cultural, que nos podría ayudar para entender el pasado y el presente… ¡Ahí, dejo esta paloma para que alguien la recoja y la alimente y la haga volar…!