Una considerable parte de la población española ya está sufriendo directamente las consecuencias de una alta tasa de inflación que casi alcanza el 10%. Lo nota o lo siente cuando compra productos de alimentación, por ejemplo, ya que algunos alimentos de primera necesidad han subido un 20 o 30% y otros muchos en un porcentaje menor, pero que también repercute notablemente en los bolsillos de los ciudadanos. Es la realidad de lo que está sucediendo. De poco sirven las previsiones económicas triunfalistas de cara a los próximos meses. Pueden convertirse en simples suposiciones que no se cumplen.
Ya se están escuchando en los informativos de las principales cadenas de televisión españolas intervenciones de ciudadanos que, al ser preguntados por su capacidad de consumo, reconocen que no pueden permitirse comer la cantidad que quieren de distintos alimentos básicos, para una buena alimentación, que aporte todos los nutrientes necesarios. Es lamentable y triste que esto ya esté sucediendo. La inflación ya es una plaga por la subida de los combustibles, la guerra de Ucrania y la pandemia del coronavirus. Es la tormenta perfecta que destruye la estabilidad de la vida de muchas familias. Y, por si no fuera suficiente, muchas marcas se apuntan a la reduflación, que consiste en reducir los tamaños de sus productos, con el mismo precio para aumentar sus márgenes de beneficios. Lo que, en realidad, es una inflación encubierta o disfrazada, pero que también causa unos efectos negativos similares.
Además, el IPC que se aplica a las pensiones para subirlas algo anualmente es insuficiente. El 1 de enero de 2022 se han subido las pensiones de jubilación un 2,5%, pero no se aplica el IPC real que es el del mes de diciembre de cada año y que fue del 6,5%, como dice el Pacto de Toledo.
Va a producirse, según dicen los expertos, una subida de cuotas en préstamos e hipotecas. Porque la alta inflación supera con creces la subida de rentas o ingresos de una gran parte de la ciudadanía española.
Posibles soluciones a este grave problema de la inflación es que se bajen los impuestos al consumo. También sería positivo que se incrementara la competencia, para que los precios se mantuvieran o no subieran tanto en poco tiempo. Es fundamental mejorar las cadenas de producción y distribución para abaratar costes, lo que redundaría en precios más asequibles para los consumidores. En Estados Unidos se están planteando acoger y legalizar más inmigrantes para disponer de más trabajadores que relancen su economía y la hagan crecer a un mayor ritmo. Aunque deberían pagar buenos sueldos y no pagar menos que a los mismos norteamericanos, por el mismo puesto de trabajo.
En España la inflación afecta también al ocio y al tiempo libre de una manera más dura de lo que se piensa. Mucha gente ya no puede ir al cine todas las semanas, por ejemplo, o salir a cenar todos los fines de semana. Son solo algunos ejemplos. Porque los sueldos no dan para tanto gasto y existen cosas que no pueden hacer de la manera que hacían hace años. Una parte de las familias sale mucho menos de casa para gastar menos y llegar a fin de mes. A esto hay que añadir la espada de Damocles de las hipotecas y los préstamos, con lo que las cosas se complican hasta límites increíbles.
Además, varios millones de ciudadanos en España viven en el umbral de la pobreza o en carencia material severa, con lo que su situación es todavía peor. Y existen datos verdaderos que corroboran esto.
Si la guerra de Ucrania dura varios años, algo que es posible, por desgracia la situación se puede agravar muy considerablemente. También existe el riesgo de que empiece la Tercera Guerra Mundial, lo que tendría unas consecuencias catastróficas, en todos los sentidos. La economía se desplomaría, de una forma tremenda. No se sabe si pueden llegar nuevas pandemias en los próximos años. Si pensamos en lo que dicen los expertos, no es imposible.
La economía china, en mi opinión, es un reto para el resto de países del planeta, porque el monopolio de mercancías y el nivel de precios que puede imponer el sistema productivo chino puede desestabilizar muy fuertemente las economías occidentales.
No hay que olvidar que el gigante asiático que es China desde la perspectiva económica influirá tanto, en el resto del mundo, que Europa y otras zonas del mundo se tendrán que replantear radicalmente sus políticas económicas.