Las investigaciones demuestran que el factor que marca la diferencia en los equipos es la seguridad psicológica. Entre los valores y comportamientos inclusivos que la crean está la amabilidad.
En los últimos años, la depresión y la ansiedad entre los trabajadores, ha hecho descender sustancialmente la productividad de las empresas repercutiendo directamente en pérdidas económicas.
Según datos del informe 2022 Global Health Care Outlook: Are we finally seeing the long-promised transformation? de Deloitte, cada año las consecuencias derivadas de la mala salud mental cuestan a las empresas 2.000 dólares por trabajador.
Una tendencia que se ha visto incrementada a raíz de la crisis sanitaria y económica, es el aumento en muchos trabajadores de su exposición a situaciones de estrés que han acabado reflejándose en un mayor número de casos de absentismo, abandono, rotación, incluso burnout o síndrome del trabajador quemado, como respuesta prolongada al estrés en el trabajo.
Tal como apuntan la ciencia de vanguardia y los últimos estudios de casos empresariales, la amabilidad no sólo puede mejorar el rendimiento laboral, la productividad, las relaciones dentro de los equipos y entre ellos, prolongar la permanencia de los empleados y reducir las ausencias por enfermedad, sino que ahora es uno de los principales factores de predicción del éxito individual y organizativo.
Una cualidad que debe resultar indispensable en los líderes de las organizaciones que deseen mantener el bienestar de sus trabajadores.
Del líder tóxico al líder gentil.
Durante años el miedo y la intimidación han sido usados por los líderes de muchas organizaciones y empresas para mantener el control de sus trabajadores.
Abuso de poder, carencia de empatía o comportamientos irrespetuosos, son algunas de las características que se atribuyen a los líderes tóxicos y que cada año ocasionan perjuicios, no solo en la salud de sus trabajadores, sino sobre los resultados económicos de sus empresas que se ven afectados por un descenso de la productividad.
En este sentido, Daniel Lumera, sociobiólogo y experto mundial en ciencias del bienestar, apunta que en este nuevo milenio la tendencia se dirige hacia un nuevo concepto de líder gentil, un tipo de liderazgo basado en los valores, que pone en el centro a las personas y su bienestar: “El estilo agresivo, en el que imperan la desautorización, la descortesía, la falta de modales, ya no está de moda.
La pandemia ha aumentado la sensibilidad y las personas desean una sociedad más amable que dé más tiempo libre a los trabajadores, un modelo de empresa en el que la centralidad de la persona cobre verdadero sentido.
Las investigaciones demuestran que el factor que marca la diferencia en los equipos es la seguridad psicológica. Entre los valores y comportamientos inclusivos que la crean está la amabilidad”. Sin embargo, tal como añade: “hace falta mucho valor para ser un líder amable.
Y la valentía no significa no tener miedo ante el peligro, sino tener corazón: cor habeo, tener, sentir y actuar a través del corazón. Crear un grupo o alcanzar un objetivo utilizando estos valores, siendo conscientes de cómo operativizar pragmáticamente las fuerzas que contienen, es el modus operandi del líder amable. Realmente lo necesitamos. Y es un reto que sólo los mejores podrán asumir al principio”.
Esta nueva concepción de liderazgo suave defiende que la verdadera fuerza reside en no necesitar aprovechar la ira, el descontento, subirse a la ola de la frustración y el miedo para conseguir el consenso, el poder y el control.
No necesitar un culpable, un enemigo al que derribar y contra el que luchar, creando un sentido ilusorio de pertenencia e identidad: “es igualmente inclusivo y magnético, no excluye la toma de decisiones, la firmeza y la responsabilidad, pero se basa en una nota de corazón.
Es acogedor, prefiere la amabilidad a la autoridad, la humildad a la humillación y pone los números al servicio de los valores y no al revés. Hace que la otra persona y su bienestar sean prioritarias.”, explica Daniel Lumera.
Pero ¿cómo se llega a ser amable?.
El primer paso es ser amable con uno mismo, escucharse y cuidarse. Un camino hacia la conciencia que podemos comenzar a desarrollar a través de la respiración para terminar con la práctica de la meditación. Incluso unos pocos minutos al día marcan la diferencia. Luego se pasa a las acciones concretas.
El punto de inflexión es pasar del yo al nosotros y una vez superada la falta de amabilidad, comienza la fase de construcción de la amabilidad. “En este nuevo milenio, si no queremos extinguirnos como especie, debemos cambiar el modelo evolutivo basado en la competición, que justifica la violencia, el abuso de poder y la fuerza entendida como imposición psicológica, física y económica sobre los demás, a uno basado en la cooperación, que se sustenta en los pilares de la interconexión y la interdependencia.
Se acabaron los modelos antropocéntricos, porque hay que poner la vida en el centro”, afirma Daniel Lumera.