La calidad del aire interior que se respira es un factor fundamental en la prevención de la COVID-19 y no siempre se tiene en cuenta.
Las personas, de forma natural, desprendemos entre 10.000 y 1.000.000 partículas biológicas microscópicas al minuto.
Parte de estas partículas pueden contener el virus si proceden de personas infectadas, por lo que, si no se diluyen por aportación de aire nuevo o purificado, pueden contaminar a otras personas
La prevención ante la COVID-19 ha marcado los primeros días del inicio del curso escolar, por lo que los centros educativos están llevando a cabo medidas establecidas por las autoridades para minimizar los riesgos. El protocolo de seguridad está encaminado a la reducción del peligro de los alumnos mediante protección interpersonal —distancia, mascarilla, grupos de convivencia cerrados, higiene de manos—, así como mediante protección frente a superficies, para la cual se ponen en marcha acciones de higiene y desinfección en superficies de contacto directo con las personas —pomos, mobiliario, material didáctico y lúdico, calzado—. Con el mismo fin, también se han tomado medidas organizativas como escalonar las entradas y salidas, habilitar nuevos espacios y evitar grupos coincidentes en espacios comunes.
La importancia de la información y la formación a los alumnos
Con el objetivo de que las medidas sean llevadas a cabo con responsabilidad y de forma efectiva, desde la compañía especializada en sanidad ambiental, Anticimex, recomiendan facilitar información a los alumnos para entender la razón de cada una de las acciones que se les exige, adecuando los contenidos a la edad de los destinatarios. “La formación en higiene frente a la COVID-19 tiene que ser parte de los contenidos aportados desde el primer día. Los mecanismos de transmisión del virus, junto con el por qué, la importancia y la eficacia de las actuaciones que se proponen a los alumnos son fundamentales”, explica el director técnico de Anticimex, Jordi Tapias
Pero… ¿qué pasa con el aire que respiramos en el interior de un edificio?
Cada día hay más evidencias de la potencialidad de transmisión del virus a través del aire, por lo que los espacios cerrados con personas se convierten en zonas de riesgo si no se toman las medidas adecuadas con respecto a la calidad del aire interior. “Hemos visto como algunos centros recomiendan la apertura de ventanas entre clase y clase, pero lo realmente recomendable es la ventilación constante, es decir la aportación de aire nuevo, o purificado, que diluya los posibles contaminantes en el interior de las aulas”, apunta Tapias. “La dilución debe ser constante, de nada sirve ventilar unos minutos si posteriormente durante una hora vamos a estar concentrando las partículas contaminantes que las personas desprendemos y que pueden contener virus”.
Para lograr una calidad del aire interior óptima, es necesario conocer cómo respira el edificio y cada una de sus aulas y salas. Para conocer cuál es la renovación del aire en las distintas estancias, se mide el CO2 en el exterior del edificio y en el interior de cada zona. “Con esto calculamos la renovación real y sabemos si hace falta más renovación o no. Si es necesario, tomamos medidas correctoras oportunas, que pueden pasar por aumentar la renovación, disminuir el número de personas en la zona, o bien instalar purificadores de aire fijos o portátiles, con filtros adecuados para una buena desinfección del aire”.