El 75% de las mujeres de entre 18 y 45 años con el cáncer ginecológico quiere tener hijos, según diferentes estudios internacionales, que señalan que tanto la enfermedad como los tratamientos utilizados para curarla tienen un impacto negativo sobre la fertilidad y sexualidad de estas mujeres
El 75% de las mujeres de entre 18 y 45 años con el cáncer ginecológico quiere tener hijos, según diferentes estudios internacionales, que señalan que tanto la enfermedad como los tratamientos utilizados para curarla tienen un impacto negativo sobre la fertilidad y sexualidad de estas mujeres que, en muchos casos, provoca una crisis de identidad.
Entre las diferentes opciones para preservar la fertilidad de las mujeres con cáncer ginecológico, la más eficaz y sencilla es la de congelar sus óvulos u embriones antes de que la enfermedad o los tratamientos los destruyan. Según el doctor Jan Tesarik, director de la Clínica MARGen de Granada y autor de alguno de estos estudios, “estas intervenciones se tienen que considerar como prioridad absoluta porque cada día perdido cuenta”.
Además de los efectos sobre la fertilidad, el cáncer ginecológico tiene un fuerte impacto en la calidad de vida de estas mujeres, en su bienestar y estado psicológico, independientemente del fondo histórico, cultural y religioso de cada país. En la mayoría de los casos, independiente del país de origen, el impacto de la enfermedad y de las intervenciones terapéuticas necesarias, la preocupación sobre su fertilidad y el deterioro de su sexualidad lleva a una crisis de identidad.
“La mejor manera de mejorar la calidad de vida de las mujeres jóvenes con cáncer ginecológico es preservar su fertilidad para el futuro, una vez superada la enfermedad. A parte de una indiscutible mejora del ánimo, la posibilidad de crear la familia ayuda a estas mujeres a sobrellevar mejor inconvenientes causados por los tratamientos y a mejorar más rápidamente su estado de salud”, comenta el doctor Tesarik.
Técnicas para preservar la fertilidad en mujeres con cáncer ginecológico
Los tipos de cáncer ginecológicos más comunes son el cáncer del endometrio y el del cuello uterino. En el pasado, el tratamiento habitual del cáncer del endometrio implicaba la extirpación del útero, junto con las trompas y los ovarios, pero recientemente se realizan tratamientos menos invasivos, sobre todo en mujeres jóvenes y cuando el tumor se detecta en un estadio temprano. El tratamiento quirúrgico se puede asociar con quimioterapia y radioterapia. En cuanto al cáncer del cuello uterino, la mayoría se puede tratar por una extirpación del cuello uterino, conservando el cuerpo del útero para un eventual futuro embarazo. El cáncer del ovario, potencialmente el más letal, tiene diferentes opciones terapéuticas, según el tipo y el estado de su avance. Algunas de estas opciones son compatibles con la conservación del útero para permitir un embarazo tras superar la enfermedad.
En los casos en los que se ha podido conservar el útero solo se necesitarán óvulos, recuperados antes del tratamiento. Los óvulos se suelen extraer después de la estimulación hormonal de los ovarios.
“Los nuevos avances en la estimulación ovárica permiten recuperar una cantidad de óvulos suficiente sin exponer a la paciente a riesgos importantes y sin retrasar el tratamiento del cáncer y congelarlos (vitrificarlos) para su futura fecundación” comenta el doctor Tesarik. Si la paciente tiene pareja estable, la mejor opción es formar embriones mediante la micro inyección de espermatozoides y congelar los embriones resultantes para su futura utilización.
“En los últimos años -explica el científico granadino-, hemos desarrollado nuevos protocolos que mejoran las posibilidades de alcanzar embriones de buena calidad a partir de los óvulos congelados, e incluso en casos de baja calidad de espermatozoides de la pareja”.
Los últimos avances clínicos, fundados en el diagnóstico temprano del cáncer y en la cirugía de preservación de fertilidad, juntos con las mejoras biológicas, referentes a la congelación de los óvulos y embriones, permiten salvar la fertilidad en la mayoría de las mujeres. “Esta perspectiva del futuro influye positivamente sobre la calidad de vida de la paciente y, por mecanismos psicosomáticos, puede incluso mejorar la respuesta a la terapia antineoplásica y acelerar la posterior recuperación”, concluye el doctor Tesarik.