Aplicar en la vivienda una fachada ventilada o un sistema de aislamiento térmico exterior bien calculado, diseñado y colocado de manera correcta puede potenciar un ahorro energético de hasta un 60%, el primer paso para tener una casa positiva
Los edificios son responsables de aproximadamente el 40% del consumo de energía y el 36% de las emisiones de CO2 en la Unión Europea. Invertir esta tendencia e ir disminuyendo el consumo dentro del sector inmobiliario y de construcción es una responsabilidad de todos los agentes implicados en el sector.
Esta cantidad de emisiones se aglutina, sobre todo, en las grandes ciudades, tal y como indica el informe ‘Consumo de emisiones en edificios e infraestructuras’ realizado por la Universidad de Leeds. El mismo informe afirma que para 2050, la población urbana global habrá aumentado en 2.500 millones de personas y, con ello, las emisiones de CO2. Aplicar las medidas necesarias contra el cambio climático ayudaría a reducir en un 29% las emisiones para 2050.
Ante este escenario, cada vez son más habituales las edificaciones sostenibles y que cuenten con diferentes tipologías arquitectónicas, que buscan la eficiencia energética, como pueden ser los edificios circulares o el uso de arquitectura biomimética. En esta línea, el concepto ‘edificios positivos’ está tomando un especial protagonismo. Se trata de aquellos que consiguen acumular energía a partir de un minucioso aislamiento, con el objetivo de mantener una temperatura constante y que, por lo tanto, facilita que se necesite muy poca energía para calentarlo o enfriarlo. También se evita el desperdicio de energía mediante el sistema de ventilación. Otra de sus características es que deberá recuperar en un año el gasto energético derivado de su construcción. Además, estos edificios no necesariamente precisan ser nuevas construcciones.
A diferencia de una Passivhaus, el edificio positivo, además de contar con un meticuloso aislamiento, también está complementado con unas instalaciones de generación de energía renovable. Este tipo de construcción se puede adaptar tanto en viviendas como en otra tipología de edificios.
Los expertos de Sto han analizado cuales son los primeros cambios que se pueden realizar para conseguir edificios o casas positivas:
Ahorro de energía mediante aislamiento. En España, más de la mitad de la energía que se consume en las viviendas corresponde al uso de calefacción. Este alto consumo energético, unido al volumen de viviendas construidas, antes de la entrada en vigor de la primera normativa térmica en España, hace que sea necesaria la renovación y maximización de la eficiencia energética de los edificios para alcanzar los objetivos en materia de ahorro energético planteados por la Comisión Europea. La aplicación de un sistema de aislamiento, como SATE, puede llegar a suponer un ahorro de hasta un 60% en costes energéticos, tanto en climas calientes como en climas fríos. Y puede ser aplicado en edificios nuevos, pero también en los antiguos en los que se desee realizar un plan de rehabilitación térmica. Además de beneficiarnos del ahorro de energía, el edificio y la vivienda revalorizará tras la obra. La instalación de fachadas ventiladas también favorece el ahorro energético gracias a su mecánica de funcionamiento, que se caracteriza por crear una cámara de aire en la fachada exterior del edificio. Este sistema se puede aplicar tanto en una casa particular como en un edificio histórico.
Sistema de ventilación que permite que no se desperdicie la energía. No solo se tiene que cuidar el sistema de aislamiento, sino que también es importante contar con aparatos y estructuras de ventilación que funcionen correctamente para evitar la fuga de temperatura. Actualmente, esta práctica cuenta con innovaciones como la ventilación mecánica. El recuperador de calor consiste en una estructura de láminas muy finas con pequeñas aberturas por las que circulan el aire que viene de la calle y el que sale del interior, pero sin mezclarse. A través de esas láminas conductoras, se produce un intercambio de calor de manera que la temperatura pasa del aire interior al exterior, llegando a recuperarse casi toda.
Equipos de climatización eléctricos. Un edificio que pretenda alcanzar el calificativo de “consumo casi nulo”, debe potenciar en primer lugar su parte “pasiva”, puesto que reduce de forma directa la demanda de energía, dejando en segundo plano la mejora de la eficiencia de los sistemas térmicos (o eléctricos). Lo ideal es contar con equipos de climatización eléctricos, los cuales cuentan con ciclos de compresión y expansión (bombas de calor), lo que potencia rendimientos superiores en ahorro de energía. No obstante, existe el equivocado concepto de que este tipo de equipos “generan” calor o frío, cuando en realidad lo que hacen es transportar la energía entre la unidad interna hasta una unidad externa. Su rendimiento es mayor porque la energía que consumen no se invierte en “generar”, sino en transportar, lo cual desde el punto de vista energético es más eficiente.
En el futuro, los edificios no tendrán nada que ver con los actuales. Todo apunta a que serán como pequeñas empresas, los cuales se tendrán que gestionar y crear su propia energía, además de dar respuestas a retos de convivencia que, deberán de abordarse de forma positiva.