Este lunes 18 de noviembre inaugura a las 10.30 horas un stand situado en la avenida de la Libertad, que venderá cafés a 1€ y 2€ para ayudar a los damnificados por la DANA
La cafetería Drexco celebra su 25° aniversario con una semana de actividades del 18 al 22 de noviembre de 2019. Por ello, instalará en la avenida de la Libertad de la capital frente a El Corte Inglés- un stand que venderá café solidario, cuyos beneficios se destinarán a los damnificados por la DANA en la Región de Murcia.
Del lunes 18 al jueves 21 de noviembre en horario de 11 a 13.30 horas y de 16.30 a 19.30 horas, y el viernes 22 de noviembre de 10.30 a 13.30 horas se podrán degustar al precio simbólico de un euro un café 'espresso', cortado o con leche, así como un asiático a dos euros.
La recaudación se donará íntegramente a Cruz Roja Española en Murcia, que canalizará las ayudas a los afectados por la DANA el pasado mes de septiembre, especialmente en los municipios del entorno del Mar Menor.
Café y tapa especial
Drexco cuenta con tres cafeterías que ofrecerán un 'blend' elaborado por el tostador murciano Salzillo Tea & Coffee. Un café exclusivo y equilibrado con perfume a cítricos, procedente de las mejores plantaciones de Centro América, Papúa Nueva Guinea y Etiopía.
En paralelo, el equipo de cocina de Drexco ha creado la tapa del 25 aniversario: 'Almirante'. Consiste en un cruasán francés relleno de ensaladilla rusa y salmuera del Cantábrico, que se podrá degustar junto a una cerveza de Estrella de Levante por 2,50 euros.
Pintura solidaria
El miércoles 20 de noviembre los pintores murcianos 'Nono' García, Antonio Tapia y Lucas Brox pintarán en vivo en las terrazas de las tres cafeterías acuarelas con café. Los cuadros serán expuestos y vendidos, con el objeto de donar también la recaudación a los damnificados por la DANA.
Por último, Drexco realizará un concurso de fotografía a través de sus redes sociales, en el que animará a compartir una imagen degustando un café, ya sea en el stand o en cualquiera de las tres cafeterías. Entre todos los clientes se regalará una taza de café conmemorativa de este aniversario, realizada en cristal.
Inauguración con Cruz Roja y Hostemur
Al acto de inauguración, que será mañana lunes a las 10.30 horas en el stand de avenida de la Libertad de Murcia, acudirán como representantes municipales la concejal de Derechos Sociales y Familia, Pilar Torres; y el concejal de Comercio, Mercado y Vía Pública, Juan Fernando Hernández.
También acudirá la presidenta de Cruz Roja Murcia, Mercedes Navarro; la vicepresidenta Provincial de Cruz Roja Murcia, Carmen Chinchilla; el presidente de la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo (Hostemur), Jesús Jiménez; el gerente de la empresa Salzillo Tea & Coffee, José Gomariz; y el gerente de Drexco, José Manuel Sánchez.
Al acto también acudirán representantes de las empresas patrocinadoras del 25 aniversario de Drexco Trapería.
Nace el Rincón de Pepe
Y entre fogones nació Raimundo, que creció en el Restaurante la Huertanica, un negocio que regentaron sus abuelos hasta su jubilación, en 1935, pasándolo entonces a su madre. Allí se desenvolvía a las mil maravillas un Raimundo González de apenas nueve años, que se veía obligado a compaginar la escuela con la cocina. Raimundo daba ya muestras de sus dotes para sobrevivir cuando, en plena Guerra Civil, compraba tabaco en un almacén del ejército que había en la iglesia de la Merced pegada a la Universidad de Murcia- al responsable y lo vendía a agricultores a cambio de productos de la huerta o de algún pollo o conejo: "Gracias a eso cocinaba mi madre en la Huertanica", asegura Raimundo, cuya admiración por la imaginación que demostraba su progenitora en la cocina se inició siendo muy pequeño, cuando veía que, utilizando los mismos ingredientes los de temporada- podía cocinar un sinfín de platos distintos.
Tras la Guerra Civil, Raimundo se marcha a vivir con sus tíos Aurelia y Pepe- que regentan un negocio de venta de vinos a granel El Rincón de Pepe-. Raimundo es el repartidor, lleva el vino a bordo de una bicicleta o sobre un carro de mano, pero pronto se da cuenta de que los operarios y trabajadores de la zona se sienten a gusto en aquel local, degustando el vino en vaso, y comiendo cualquier cosa que se les pusiera encima de los barriles que poblaban el local o sobre cajas de madera. La insospechada llegada de clientes comenzó por el jefe de correos y varios amigos, que llevaban su cartucho de cascaruja para trasegar el vino del local, que servía un Raimundo apenas adolescente ayudándose de un bote de conservas vacío a modo de jarra. Más tarde los imitó el jefe de telégrafos. De este modo se juntaron varios grupos. "Logré convencer a mi tía de que hiciera alguna tortilla de habas o de patatas para acompañar el vino". "A mi tío no acababa de gustarle el giro que iba dando el negocio, pero tampoco le disgustaba que un litro de vino, que valía un real, pasara a valer una peseta si lo servíamos en el local". "Así fue como empezó el Rincón", apostilla.
Con su esposa Encarnación en la comida ofrecida a Franco con motivo de la inauguración del pantano del Cenajo.
La amistad, lo primero
Del valor de la amistad y de la forma imprevisible en la que puede surgir una relación se dio Raimundo cuenta cuando, recién casado, fue invitado a París por René Soulier, "fue un tiempo maravilloso, mi mujer tenía 22 años y yo 28, así que hazte una idea", comenta riendo. Soulier se había presentado unos años antes en el Rincón de Pepe con otro amigo, -"iba en un todoterreno, el primero que yo había visto"-, y le dicen a Raimundo que venían de Granada, que se habían dejado toda la documentación en aquella ciudad. Traían sólo mil pesetas. El cocinero se hizo cargo de su problema y no les cobró. En ese momento nadie se percató de que había nacido una amistad que duraría muchas décadas, hasta el fallecimiento del francés. Cuando, años después, Raimundo se casó con Encarnación y se les ocurrió ir a París de viaje de novios, Soulier los alojó en su casa: "lo que iba a ser cosa de unos pocos días, duró más de un mes, Soulier no nos dejaba venirnos, todos los días inventaba un nuevo viaje, una nueva excursión por Francia".
Promocionar la cocina murciana
Medalla de oro al Mérito Turístico, Premio Nacional de Gastronomía, elegido por la Academia Nacional de Gastronomía entre los 10 mejores restauradores de España, Premio al Desarrollo Empresarial de la Cámara de Comercio de Murcia, Hijo predilecto de Murcia, miembro de la Chaine de Rotisseure, cofundador de restaurantes de Buena Mesa… las distinciones con las que cuenta Raimundo González por su dedicación y su trabajo en el mundo de la restauración son numerosas. El doctorado Honoris Causa por la Universidad de Murcia, primero que recibe un cocinero en nuestra universidad, es para él un motivo de honda satisfacción, pero sobre todo "un gran estímulo por lo que supone de reconocimiento a la cocina murciana", algo a lo que "he dedicado mucho tiempo, mucho esfuerzo y mucha energía: la promoción de la cocina murciana".
A Raimundo le molestaba la consideración que se tenía con los cocineros en otros países, y lo faltos de ello que estaban en Murcia: "Mientras en Francia se consideraba a Paul Bocuse, una gloria nacional y se le daba la Legion de Honor, en Murcia un cocinero era una nulidad".
Comedor del Rincón de Pepe en los años 50.
A veces, las grandes tareas que se imponen los seres humanos, tienen su origen en cosas insospechadas, en Raimundo González, actuó de acicate para profundizar en la cocina murciana e intentar dar a conocer por todo el mundo sus excelencias, un viejo libro de los años 20 que cayó en sus manos en los 50. En él, dos periodistas franceses hablaban en términos elogiosos de las cocinas regionales españolas. De todas las regiones destacaban platos y sabores, "pero al llegar a Murcia, tan sólo decían que tenía un fantástico lago natural". Aquello espoleó a un joven González Frutos, que decidió lanzarse a recorrer la región en su vieja lambretta para intentar conocer la mejor comida de la región, las recetas más tradicionales realizadas por las mujeres de cada localidad, aprendidas a través de generaciones. "Me di cuenta de que en todos los pueblos había una mujer, conocida por todos, que ayudaba en los partos, en las comuniones y en todo lo que se presentara, y que sabía de cocina". Raimundo hablaba con cada una y, con paciencia y método, fue confeccionando fichas: "recuerdo que la tía Pepica de Totana me dio la receta de la gallina en pepitoria, que para mí fue todo un descubrimiento".
El cocinero se vio entonces en la obligación moral de difundir esto, todo un patrimonio, el de la cocina tradicional murciana, la esencia de nuestra gastronomía. Y con la misma constancia con la que había recopilado recetas, se dedicó a buscar sin internet, con los escasísimos datos de la época, una tarea ardua sin duda- a todos los periodistas que escribían en España sobre Gastronomía, y les fue cursando invitaciones personales para que vinieran a Murcia a conocer la cocina murciana. Casi todos aceptaron. Y los resultados en la prensa fueron espectaculares: Álvaro Cunqueiro escribió que en Murcia no había una cocina, sino tres maravillosas cocinas: la montaraz, la del mar y la de la huerta; José Víctor Sueiro dijo que para conocer la variada cocina murciana no era suficiente un solo viaje, que era necesario venir a vivir a Murcia durante mucho tiempo; Néstor Luján dijo que la cocina murciana era la bella desconocida… "Vinieron a Murcia, les hice probar muchas cosas y decidieron escribir sobre lo que habían probado, en esos momentos empieza a tener nombre la cocina murciana", asegura. Y es que, no en vano está considerado el inventor de la nueva cocina murciana: "Eso dicen, aunque a mí me da vergüenza".
En busca de las mejores recetas
Durante décadas, Raimundo no se perdió una sola reunión de los clubs degourmetsen las que se reunían los mejores cocineros de España "pero nunca conseguí que me acompañará ningún colega", se lamenta-.
"Mezclar una serie de ingredientes y conseguir que de la mezcla resulte un plato sabroso es un arte"
Al igual que había hecho en todos los pueblos de la región, recopilando recetas en cada lugar, Raimundo no se arredraba a la hora de conseguir una receta ansiada para poder incorporarla en su ya mítica carta del Rincón de Pepe, que iba creciendo en intensidad y en número de platos: como la que le hizo ir a Marsella, a Chez Michel, donde le habían asegurado que se comía la mejor sopa bullabesa de Europa. Tras más de mil kilómetros conduciendo en compañía de su inseparable Encarnación, cuando llegaron a la puerta del restaurante, un señor les informó de que el local estaba completo. Fue la mujer la que desentrañó el embrollo, informando al dueño sobre sus peripecias para probar su bullabesa. Las puertas se abrieron entonces de par en par para nuestro cocinero. Pero no paró ahí la cosa, ya que el dueño se confesó enamorado de un restaurante murciano: el Rincón de Pepe, al que había ido unos años antes para probar su comida. Toda una casualidad que dio como resultado un intercambio de recetas entre los dos chefs: "Él había hecho lo mismo que yo, yendo unos años antes al Rincón, donde vio una carta tan variada, que decidió ampliar su visita para poder degustar más platos".
Londres, París, Méjico
"Yo hacía una cocina apoyándome en lo que nos daba la tierra"
Pero Raimundo no sólo ha viajado a otros países para poder hacerse con las recetas que ansiaba. También ha recorrido medio mundo mostrando y ofreciendo gastronomía murciana: un banquete en Londres de cocina murciana para 500 personas, en Manchester, en Miami, en Méjico, en París… Y, por supuesto, en toda España. Se le encienden los ojos cuando nos relata el día en que el Presidente de Gobierno Felipe González le llamó personalmente y hablándole de tú. Así no los relata Raimundo: "Raimundo, ¿podrías venir a la Moncloa a dar una comida importante?". "Pijo, pues sí", refiere el cocinero, aunque se supone que la contestación debió ser un tanto más ceremoniosa. Pero el Presidente debió quedar absolutamente satisfecho con aquella comida, como reflejan las fotos dedicadas que conserva el cocinero.
Raimundo se ufana de que una buena parte de los banquetes importantes que se han dado en Murcia a políticos, ministros, bodas, eventos…, los ha dado él y su equipo. También buena parte de las comidas organizadas por y para las fuerzas vivas. Refiere González que, después de muchas comidas multitudinarias organizadas por el ayuntamiento de Murcia para obsequiar a las visitas protocolarias, se puso de acuerdo con los carpinteros del consistorio para que fabricaran una larga mesa con destino a estos eventos, una mesa que, tras ser montada, permitía sentarse cómodamente a un centenar de comensales.
Empresas imposibles
Y entre los encargos, algunos aparentemente imposibles, como el que se le encomendó con motivo de la inauguración de una planta de reciclaje de basuras: un arroz en caldero para 600 personas. Consiguió que un fundidor de San Pedro del Pinatar le fabricara 60 ollas para hacer los arroces. Una impresionante foto con las ollas preparadas para la ocasión da fe de ello.
En una de sus visitas, Franco transmitió a Raimundo su deseo de comer cochinillo, pero asado en un aparato de los que dan vueltas y que él pudiera verlo. Raimundo contactó con un cerrajero y le encargó diez de estos utensilios que sirvieran para asar cochinillos. La satisfacción por parte del gobernante debió de ser completa, porque durante varios años, cada vez que venía un ministro al Rincón le pedían lo mismo: "uno de aquellos asadores de cochinillos, para el pazo de Meirás, para su Excelencia. Me desaparecieron todos, y todos eran para Franco, ¡No te jode!", concluye castizo Raimundo.
Por sus comedores han desfilado artistas, escritores, deportistas y políticos. Desde Ernest Hemingway u Orson Welles, hasta Pepe Blanco y Carmen Morell, la pareja más popular de la copla española en la posguerra, que se alojaron en el hotel durante un mes, "y todos los días comían guiso de pavo con albóndigas. Cuando les pregunté si no se cansaban de comer todos los días lo mismo, él me respondió que no, porque después de marcharse de aquí, probablemente estarían años sin poder volver a comer eso que tanto les gustaba". Por comer, comieron en su restaurante hasta personajes que nunca existieron, como el Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán.
Guiso de pavo con albóndigas, olla gitana, cocido murciano, guiso de trigo, arroz y habas… platos de cocina tradicional que le han dado las mayores satisfacciones a Raimundo González.
Una carta mítica
La carta del Rincón era mítica, no sólo por su calidad, que también, sino además por su cantidad: centenares de platos la poblaban en apretada lucha por generar jugos gástricos en el futuro comensal y conseguir sus favores. ¿Cómo se le ocurría una nueva receta a Raimundo?: "Cuando me llegaba una nueva receta de alguien, cuando se me ocurría algo nuevo, reunía la noche anterior a mis seis cocineros y les comentaba lo que pensaba sobre el nuevo plato que quería probar. Lo hacíamos entre todos y veíamos las distintas posibilidades. Así íbamos innovando".
Siempre intentó aprender y relacionarse con los mejores. Y la consideración en la que le tenían los mejores era extraordinaria, de hecho, cuando unas célebres bodegas españolas celebraron su centenario y solicitaron una comida a Paul Bocuse, considerado el cocinero del siglo el Papa de la cocina se le llamaba también-, éste pidió que le acompañaran cuatro cocineros: Arzak, Subijana, Luis Irizar y Raimundo González. "Yo me pegué a la rueda de toda esta gente, y con ellos aprendí mucho".
Comer en Barra
Y de paso revolucionó la forma de comer, como la barra del Rincón, una manera de comer bien y rápido que ideó pensando en los "Rodríguez": "Un nido de golondrina, una rosquilla y un chato de vino costaba entonces tres o cuatro pesetas, y con eso habían comido y volvían al trabajo". Inventó muchos platos que se servían casi en exclusiva para los Rodríguez, ese personaje hoy olvidado, y la barra tenía cola diaria.
Era un afán innovador el que movía a menudo a este chef, que adoptaba y adaptaba cosas que comprobaba que tenían éxito fuera, o bien que se le ocurrían de nuevo cuño, como las conservas, que hacía para tener siempre platos frescos, sabrosos y recientes sin necesidad de hacerlos en el momento.
Raimundo recuerda que antiguamente había en la calle Princesa de Murcia una fábrica de conservas de la familia Meseguer. Se le ocurrió comprar una máquina de conservas y un alto número de botes, de manera que de determinados platos, hacía comida de más para poder envasarla. "Cocía esos platos en la caldera con la cocción que había que darle y, tras envasarla, esa conserva me duraba el tiempo que yo quisiera". Eso pasaba con muchos de sus platos estrella, como el guiso de trigo, del que siempre hacía de más para envasarlo "y siempre tenía guiso de trigo el tiempo que yo quisiera, con todo su sabor y propiedades, como si lo hubiera hecho el mismo día".
Relata Raimundo que un día le escribió el cónsul de España en Suecia, diciéndole que no conseguía hacer un buen plato de michirones, y le pedía que le enviara la receta de su restaurante: "Le envié doce latas de un kilo con los michirones hechos y doce botellas de vino Bleda de Jumilla, además de la receta. Años más tarde, después de su muerte, recibí la visita de uno de sus hijos, que me contó que su padre, durante años, cuando recibía la visita de unos amigos, abría una de estas latas. Por lo visto las administraba muy bien", comenta riendo. "Hasta que murió, ese hombre se acordó de mí".
Alimentar emocionando
Para Raimundo González, la cocina no consiste exclusivamente en alimentarse, también se trata de emocionar. El secreto para haber emocionado a tanta gente durante tanto tiempo radica exclusivamente en la ilusión con la que se hace y el hecho de saber que se está haciendo feliz a la gente: "Nunca he perseguido el dinero, lo que me ha hecho feliz es ver felices a los demás". Y esos comensales que eran felices durante unas horas fueron durante décadas los mejores embajadores del Rincón de Pepe.
Bocuse y la cocina de temporada
Paul Bocuse publicitaba su restaurante, adalid de la "nouvelle cuisine", como la cocina del mercado. Y Raimundo se inspiró en eso para anunciar el suyo como "la cocina de temporada". "Si había habas, alcachofas, guisantes, acelgas… el producto que fuera, yo hacía una cocina apoyándome en el producto que nos daba la tierra".
Afirma Raimundo que la gente que no ha viajado, piensa que el guiso de su madre, el de su tierra, es el mejor del mundo, "En Murcia se come como en ninguna parte, piensan, pero esto no es así, quienes dicen esto es porque no ha conocido otras cosas. Quienes hemos tenido la suerte de viajar hemos comprobado que hay otras culturas en las que se come divinamente, como en China, donde se come de maravilla. No, en Murcia se come muy bien cuando se comen los guisos típicos de Murcia".
Y acaba Raimundo reflexionando sobre las virtudes que debe tener siempre un buen cocinero: "la imaginación, y también que esté enamorado de la cocina". "Mezclar una serie de ingredientes y conseguir que de la mezcla resulte un plato sabroso, es un arte". Y también, obviamente, la calidad de sus ingredientes, y nos habla de su célebre arroz en caldero, plato emblemático de Murcia donde los haya: "Yo hacía un arroz en caldero que resultaba más caro que el de otros restaurantes, no empleaba como fondo morralla, como en otros lugares, lo hacía con dorada, lubina, gallina de mar…, todo limpio, y con las cabezas y las raspas hacía un fondo bueno. Después utilizaba arroz bomba de Calasparra, con una cucharada de tomate frito, y cuando el arroz cocía durante 15 minutos, se coge el pescado limpio y se echa en el arroz, que acaba medio cociéndose en él. No hay trucos, todo buenos ingredientes. El resultado es más caro, pero también mucho mejor".
aimundo González Frutos es el cocinero más internacional que ha dado Murcia. Aún hoy, la onda expansiva que provocó en sus más de cincuenta años en el restaurante El Rincón de Pepe resuena más allá de nuestras fronteras como un referente de la gastronomía española allá por los años setenta, ochenta y noventa.
A punto de cumplir noventa años (6 de agosto de 1925), Raimundo recibe a 'La Verdad' en el despacho de su casa para enseñar fotos, libros y recuerdos, al tiempo que cuenta de primerísima mano la historia de su vida en la cocina. Muestra una memoria impresionante al dar datos exactos de fechas, nombres y apellidos y se le ilumina el rostro cuando recuerda el arroz y caldero que preparó para 600 comensales, cómo compraba por la huerta de Murcia los ingredientes para cocinar con apenas once años y cómo viajaba siempre que podía para no parar de aprender lo que se hacía en el norte de España y en Francia.
"Hacen falta 40 'pablos' en Murcia"
Con una mentalidad gastronómica tan abierta y actual que abruma, el referente de la gastronomía murciana, nacido en Llano de Brujas, cuenta todo tipo de anécdotas ocurridas en el restaurante con una sonrisa perenne en el rostro. Ha dado de comer a todas las personalidades de la época, desde políticos y empresarios hasta toreros, cantantes, deportistas, pintores y escritores, aunque es la visita de Hemingway la que parece recordar con más cariño.
Pasó por el calabozo por manipular las cartillas de racionamiento en la posguerra y cambiaba tabaco por huevos, gallinas y verduras a los agricultores de la época desde bien pequeño. Tiene cinco hijos, aunque recuerda con mucho dolor la pérdida de un sexto, que murió con solo tres años. Su vida es un ejemplo de pasión por un oficio, de talento, trabajo, inteligencia y visión de futuro. Este cocinero nonagenario fue el primero en conseguir una estrella Michelin en la Región, además de infinidad de premios y listas de los mejores restaurantes de España.
Responde rápido con un "estoy vivo, que no es poco" cuando le preguntan por su salud, y aunque se queja un poco al levantarse de la silla, con su bastón en la mano se maneja de maravilla para dar sus paseos por Murcia. Utiliza internet, manda correos electrónicos y lee la prensa todos los días porque "no tiene más remedio que estar conectado con el mundo".
Al entrar en su casa huele muy bien a comida. Pasamos a su despacho, un cuarto bien iluminado en la Calle Correos, repleto de libros de cocina. Allí comienzo a disfrutar de un día, con comida incluida en Cabaña Buenavista, con Raimundo González, el cocinero que situó a Murcia en el mapa de España.
- ¿Está usted cocinando?
- No, yo ya no cocino en casa. De vez en cuando, en la playa hago algún arrocito para toda la familia, pero poco más.
- Pues en todos estos libros tiene recetas para practicar todo lo que le apetezca.
- Me gusta estar al día de lo que se hace en cocina. Ahora me acaban de llegar estos dos, que pesan un disparate y quiero echarles un vistazo porque son muy interesantes. Pero tengo libros de todas las épocas. Este es de un maestro mío -dice enseñándome un libro antiguo-.
- ¿Estudió usted cocina?
-No, en aquella época no había escuelas de cocina como ahora. Este fue maestro porque publicaba libros y para mí era un referente, como ahora puede ser Arzak o Pedro Subijana, pero no había escuelas. Mi ilusión era conocerlo y con el paso del tiempo hasta nos hicimos amigos.
- Debe tener muchos amigos...
- Pues la verdad es que sí. Son muchos los que pasaban por el restaurante y muchos los que terminaron siendo grandes amigos. Carlos Valcárcel, por ejemplo. ¿Lo conociste?
- Sí, fue el padrino de mi promoción de Periodismo.
- Carlos era un tío genial.
- Después se hizo amigo de los cocineros vascos. ¿Qué fue buscando al norte?
- Yo he intentado viajar y conocer otras cocinas cada vez que he podido. Sabía que Arzak, Subijana, Irizar y demás cocineros vascos estaban haciendo cosas diferentes en la cocina y me interesé por saber lo que hacían. Igual que viajaba a Francia para empaparme de los movimientos gastronómicos que llevaban a cabo los grandes de aquella zona.
- Tenía muchas inquietudes siendo un referente nacional.
- Claro. Yo formaba parte de varias asociaciones, como Eurotoques, donde estaban estos cocineros. Allí hablaba con ellos y nos relacionábamos, contándonos lo que hacíamos y aprendiendo. Aquí en Murcia intentaba que mis colegas se apuntaran para que siguieran creciendo en sus restaurantes, pero excepto dos o tres el resto no me hacía caso. He tenido muchas discusiones con ellos que me trajeron muchas críticas.
- ¿Críticas?
- Sí, me han criticado mucho, pero me ha dado siempre igual.
- ¿Por qué lo criticaban?
- Por prepotente, decían. Yo intentaba que Murcia saliera de sus fronteras para crecer y prosperar gastronómicamente, pero muchos me entendían mal o no querían entenderme. En fin, cosas que pasan.
- ¿Y qué aprendió de los cocineros vascos?
- Aprendí mucho, pero sobre todo entendí que la cocina no tenía que ser solo buena, sino que había que presentarla de mejor manera para que el comensal disfrutara más. Entonces comencé a reducir las cantidades de comida en los platos. En esa época también me criticaron mucho. Decían que El Rincón de Pepe había cambiado, que ya no era lo mismo. Que pagabas lo mismo y te ponían menos comida. Claro que había cambiado, pero no todo el mundo lo entendió a la primera. Tuvo que pasar tiempo.
- Cuénteme cómo empezó El Rincón de Pepe.
- El Rincón de Pepe nació de un niño de once años, y perdóneme la falta de modestia. Mi familia tenía una casa de comidas que se llamaba La Huertanica (1935-1938) y yo ayudaba yendo a la huerta en bicicleta para cambiar tabaco por huevos, pollos, conejos o verduras. Cerró a los tres años y en el 39 mi tío Pepe abrió una bodega, que ya la llamaban La rinconada de Pepe, porque hacía esquina.
- ¿Y ya cocinaba usted allí?
- No, yo empecé con cuatro barriles de vino viejos que utilicé de mesas y que puse en una esquina de la bodega para dar un poco de pasto seco y un vino a los clientes que venían a comprar a granel. A mi tío aquello no le hizo mucha gracia, pero como cobraba un poco más por el vino y yo estaba muy ilusionado, me dejó que llevara aquello.
- ¿Cuándo comenzó a dar comida caliente?
- Poco después. Recuerdo que un día ofrecimos caldo con pelotas y la cola daba la vuelta a la bodega. Cuando compramos la casa contigua, me empeñé en hacer un mostrador más serio para dar de comer y encontré unos mármoles que resultaron ser lápidas de cementerio para hacer la primera barra y comedor en condiciones. También teníamos terraza en la parte alta de la bodega.
- Después vino el hotel...
- En los años sesenta pusimos las primeras habitaciones porque había facilidades en el banco para emprendedores que quisieran poner un hotel en Murcia, porque no había ni uno. Y lo aprovechamos.
- Su tío no apoyaba su visión de futuro.
- Mi tío no quería, pero yo ya tenía una edad y unas ganas de llevar a cabo el proyecto que no podía parar nadie. Lo convencí.
- Varias ampliaciones del hotel durante varias etapas y termina vendiéndolo todo.
- Sí, había acumulado mucha deuda y cuando apareció la muralla, durante las obras, se paralizó la última ampliación. Recuerdo que me aconsejaron taparla con cemento, pero aquello me parecía un disparate. Llegó un momento que necesité vender a cualquier precio. Pero no quiero hablar de eso.
- ¿Se arrepiente de algo?
- No, no me arrepiento de nada de lo que hice. Puede que, si volviera atrás, haría las cosas de otra manera.
- Bueno, después de vender se fue al local que hoy en día es La Barra de La Torre y estuvo bastantes años.
- Sí, allí volvimos a hacer banquetes y a funcionar muy bien. En la venta del hotel solo tenía claro que quería que no despidiesen a ninguno de mis trabajadores, porque para mí eran mi familia. Y así fue. Me costó perder mucho dinero en esa negociación, pero no se despidió a nadie.
- Volviendo a los orígenes, ¿es cierto que pasó varias noches en la cárcel por trapichear con las cartillas de racionamiento?
- Bueno (risas), eso fue una historia que pone de manifiesto el hecho de que era yo quien hacía y deshacía, en lo que a comida se refiere, en La Bodega y en El Rincón de Pepe.
- ¿Y eso?
- Pues porque cuando existían las cartillas de racionamiento, la gente venía a comer y nosotros teníamos que llenar unas libretas con pegatinas según los productos que gastábamos. Mi tío no quería saber nada de estas historias y era yo quien compraba las cartillas de racionamiento y quien pegaba las pegatinas. Esto llegó a la Policía y me detuvieron, siendo un crío, dos noches en el calabozo. Lógicamente, no confesé y me soltaron. Pero hoy en día pienso si lo normal no hubiese sido que se llevaran a mi tío en vez de a mí, ya que era un crío.
- También tuvo un encuentro desafortunado con el gobierno cuando vino Hemingway al restaurante, ¿no?
- Sí, eso fue muy gracioso. Hemingway era Premio Nobel y yo fui a hablar con las autoridades para decirles que iba a venir, por si querían saludarlo, ya que era una eminencia de la literatura. Cuando lo conté me dijeron: '¡No queremos saber nada de ese rojo!', así que me volví al restaurante y le dije a Hemingway que el Gobernador Civil lo sentía mucho pero no podía venir, pero que le habían invitado a la comida como muestra de respeto (risas).
- Le costó a usted pagarla...
- ¡Claro! Lo peor es que se corrió la voz de que el Premio Nobel había sido invitado por el Gobernador y me llamaron para interrogarme. Querían que les dijera quién había sido el que había pagado una comida a "ese rojo" en nombre del Gobernador Civil. Yo di largas diciendo que no sabía muy bien cómo fue porque yo estaba en la cocina.
- Ahora no hay esos problemas, pero la situación política está un tanto revuelta.
- Pues la verdad es que sí. Nunca he hablado de política, ni me he metido en las ideas de unos u otros. Me da igual que sean creyentes, de izquierdas o de derechas.
- ¿Cree que los nuevos partidos, como Podemos, vienen bien al panorama político?
- Mire, que cada cual haga lo que quiera. Yo tengo casi noventa años y he vivido muchos años de cambios y crisis en España y en Murcia. El discurso de Podemos ya lo escuché en la República y mire cómo terminó la cosa.
- Bueno, no llegará la sangre al río.
- Espero que no. Yo solo digo que el discurso me lo conozco y lo que vino después también. A mí me da miedo.
- ¿Ha tenido miedo a que algún banquete se le fuera de las manos?
- Miedo no, porque siempre me han gustado los retos. Cuanto más difícil era hacer algo, más me gustaba hacer ese trabajo. Recuerdo cuando me encargaron hacer caldero para 600 en una celebración. Visité a un fabricante de San Javier y le dije si podía hacerme sesenta calderos para antes de la fecha en la que tenía el compromiso y me dijo que no había problema alguno. Coloqué los sesenta calderos en línea con su trípode de madera y los hice.
- Menuda locura.
- Sí (risas). Fue una locura, pero a mí me gustaban los retos. Poco después, me ofrecieron hacer caldero para otros quinientos y acepté sin pensármelo porque ya sabía cómo hacerlo y además, tenía los calderos comprados.
- Ha sido usted el primer cocinero de Murcia en tener una estrella Michelin. ¿Recuerda el momento en que se la concedieron?
- La verdad es que no. La Michelin es una guía de los franceses y en aquella época era más de los franceses todavía que ahora. No recuerdo el tiempo que la tuve, pero fueron más de diez años. También nombraron a El Rincón de Pepe uno de los diez mejores restaurantes de España junto a Arzak y ElBulli (los dueños anteriores a Adrià).
- ¿El secreto para llegar tan lejos?
- El secreto es estar enamorado de la cocina. La pasión por cocinar es fundamental para ser buen cocinero. Después creo que hay que trabajar con el mejor producto, como es lógico, estar atento a lo que se mueve en el sector sin cerrarse en uno mismo y hacer lo que uno cree sin pensar en lo que dirán. Además, yo contrataba a gente joven que no había trabajado en otros sitios para que no tuviesen vicios adquiridos a la hora de trabajar. Así yo les explicaba cómo quería hacer las cosas y ellos las hacían como a mí me gustaba.
- ¿Y no han seguido sus hijos sus pasos en la gastronomía?
- Sí, mi hijo estudió cocina, pero se ha decantado por el mundo de la docencia. Está muy bien como profesor en una escuela de Berlín.
- ¿Cómo ve la cocina murciana?
- Creo que faltan cocineros jóvenes con valentía, que quieran arriesgar y que innoven en la cocina. En Murcia se come bien, pero son muchos los restaurantes que hacen lo mismo. Necesitamos que los restaurantes arriesguen más para seguir avanzando.
- ¿Qué restaurante montaría si tuviese cuarenta años?
- Uno de cocina exótica, donde comer cosas raras que nadie conociera. Japonesa, mexicana o de otros países que todavía no son tan conocidos. Haría algo para diferenciarme, eso seguro.
-¿Cómo definiría la arquitectura del mítico Drexco Trapería?
-¿Un cliente satisfecho lleva a otro cliente satisfecho? Porque han trabajado en el diseño de los dos nuevos Drexcos, en su día con el Café del Arco, y también el Restaurante del Real Casino de Murcia.
-¿Qué le falta desde el pinto de vista arquitectónico Murcia? ¿Sigue faltando un icono o el Odiseo viene a cubrir ese hueco en Murcia Norte?