Esta semana se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una cita que busca concienciar sobre la importancia de hacer un uso eficiente de la energía y que el comparador Acierto, ha querido aprovechar para analizar cuáles son nuestros comportamientos al respecto.
Sí, porque utilizar la energía de forma responsable y cambiar nuestros hábitos nos permitiría ahorrar hasta 2.000 euros. Una cifra que cobra todavía más importancia en el marco de la crisis económica de la COVID-19.
Apostar por la eficiencia energética sale rentable
En concreto y según los datos analizados por el comparador, contar con unos electrodomésticos eficientes nos permitiría ahorrar hasta 400 euros. También utilizarlos de forma correcta: por ejemplo, lavar la ropa a 40 grados en lugar de a 60, ajustar la temperatura del frigorífico, instalar aireadores de grifos y duchas –esto último reduce el consumo a la mitad–.
Además, las pérdidas suponen el 30% de la factura, de manera que contar con un buen aislamiento será fundamental.. Esto pasa por contar con unas ventanas adecuadas, así como con persianas y cortinas que permitan equilibrar la sensación térmica también.
La plataforma también recomienda comparar entre las diferentes tarifas de energía para ver cuál es la que mejor se ajusta a nuestras necesidades. “En este ámbito, igual que en el de los seguros, es fundamental comparar tarifas energéticas”, comentan desde la entidad.
“Revisar las condiciones que ofrecen las compañías, elegir un plan que se adapte a nuestros horarios y necesidades constituyen acciones imprescindibles”, afirman. Por fortuna, hasta 9 de cada 10 consumidores comparan antes de comprar. Contratar un seguro de hogar que cubra los electrodomésticos en caso de avería por un fallo eléctrico, por ejemplo, es otra manera de ahorrar a la larga.
Apostar por la tecnología es otra opción interesante: el uso de termostatos inteligentes con sistemas de localización para apagarse y encenderse cuando el usuario se acerca o sale de casa, las persianas inteligentes que se bajan automáticamente si no estamos, etcétera, son algunas soluciones. También instalar sensores de movimiento en las zonas comunes, y usar bombillas inteligentes y programables, e incluso por dimmer (suponen un ahorro del 75%).
Los españoles suspenden en eficiencia energética
A pesar de la relativa facilidad de estas medidas, los datos de Acierto revelan algo curioso: hasta el 80% de los encuestados reconoce que podría hacer más al respecto, y más de 8 de cada 10 afirma que no le importa la sostenibilidad de los productos que compra, sino que se deja llevar por el precio. Antes de la pandemia, además, 7 de cada 10 encuestados aseguraban que no estarían dispuestos a optimizar el consumo, ni siquiera para adelgazar su factura energética.
Llegados a este punto no podemos dejar de mencionar que durante la pandemia el gasto energético de los hogares se incrementó. Y si bien desde que empezó pasamos más tiempo en casa, no podemos perder de vista que la tendencia a consumir más energía no es única del 2020, sino que solo en 2019 aumentó un 1,8%.
La antigüedad de las viviendas españolas también es un factor importante. La investigación revela que 8 de cada 10 edificios son deficientes energéticamente hablando y que más de la mitad de nuestras casas superan los 40 años de edad. Teniendo en cuenta que justamente los edificios son responsables del 25%-35% de las emisiones, se trata de una cuestión que no deberíamos perder de vista.
Sin embargo, aquí volvemos a topar con la misma barrera: la calificación energética de la vivienda es el factor que menos influye en la decisión de compra o alquiler. Los que más lo hacen son el precio y la ubicación. Sin embargo, elegir una vivienda sostenible puede suponer un 40% de ahorro de energía, con el consiguiente ahorro económico.
Tampoco estamos dispuestos a invertir en mejorar o conservar nuestros edificios. Según las cifras, solo 2 de cada 5 lo haría. Otro aspecto que puede traducirse en pérdidas energéticas. Y somos reacios a rehabilitar por el coste que habitualmente supone. En definitiva una serie de comportamientos que nos sitúan a la cola de Europa en eficiencia energética y que, para más inri, impiden que ahorremos.