Concepción Piquer López
(Valencia, 1906 - Madrid, 1990)
Conchita Piquer demuestra que para cantar la copla no es necesario haber nacido en el sur de España, si no que hay que sentir y amar la canción. De hecho, la valenciana es considerada la gran pionera de la denominada “canción española” entendida como tal, género del cual ella se autodenominaba “inventora”. A lo largo de su carrera y a la par de los éxitos de sus canciones, participa en proyectos cinematográfico más bien ligados al terreno musical que impera en la época, donde también va a imponer su bandera, aunque en menor medida.
Nace en el valenciano barrio de Sagunto. Hija de albañil, Pascual, y de costurera, Ramona. Mientras asiste a la escuela, la niña aprende a coser en el taller de su madre donde, además, canta las canciones que escucha entonces a través de la radio. En sus primeros años la niña sólo sabe hablar valenciano.
A la edad de once años se presenta ante un empresario del Teatro Apolo, obteniendo su primer contrato y cobrando un duro por día. Poco después llega el momento en que la escucha el maestro Penella, su descubridor, quien propone a la familia llevar a la niña a Nueva York con su compañía de zarzuelas, con la que va a estrenar allí “El gato montés”, y luego a Hispanoamérica. Los padres acceden y la artista en ciernes, a finales 1922 en un entreacto de este estreno, interpreta la canción “El florero”, de Penella. Permanecen en América por espacio de cuatro años. A su regreso, la artista ya domina a la perfección el castellano y el inglés. Su primer repertorio en los carteles patrios son canciones del music-hall americano, temas aún alejados del género en el que llegará a ser considerada la “reina de la canción española”.
Es en 1940 cuando comienza el despegue de la artista valenciana como estrella de la copla. Ese año estrena en el madrileño Teatro Calderón la reactualización de un gran espectáculo denominado “Las calles de Cádiz”. Después procede al registro en disco de una copla inmortal, “Tatuaje”, tema basado en un poema de Rafael de León que la propia artista estrenase en 1941 y que habla del amor “limpio” entre una prostituta y un marinero.
Mira mi brazo tatuado
Con este nombre de mujer,
Es el recuerdo de un pasado
Que nunca más ha de volver.
Ella me quiso y me ha olvidado,
En cambio yo no la olvidé
Y para siempre voy marcado
Con este nombre de mujer.
Quintero - León - Quiroga
Pero va a ser en 1942 cuando Concha Piquer se consagre definitivamente también en Madrid, en el Teatro Reina Victoria con el espectáculo “Ropa tendida”, un espectáculo con canciones y sainetes, la misma fórmula que después van a repetir tantos y tantos artistas del género. Es muy importante este espectáculo en la carrera de Concha Piquer porque lo firman, por primera vez, los maestros Quintero, León y Quiroga y es escrito especialmente para ella. Pero, es que, antes, ya había participado en varias películas.
La artista inicia en su andadura cinematográfica muy joven y en la etapa muda, participando en la primera versión de “El negro que tenía el alma blanca” (1926) de Benito Perojo, muy en la línea del cosmopolitismo francés de la época. El éxito del filme es rotundo. En 1929, rueda “La bodega” (1929), también a las órdenes de Benito Perojo. “Me casé con una estrella” (1933) es una película de Fernando Roldán rodada durante el primero de los cuatro viajes a Argentina que realiza su protagonista. Nuevamente a las órdenes de Fernando Roldán, rueda “Yo canto para ti” (1934), una comedia cómica y de corte costumbrista. Después de unos años sin hacer cine, llega “La Dolores” (1940) de Benito Perojo, donde se incluye el tema “Si vas a Calatayud”. Nueve años tarda la artista en volver a colocarse ante una cámara de cine, y lo hace con la película “Filigrana” (1949), dirigida por Luis Marquina, papel concebido para su lucimiento personal, y en la cual interpreta canciones de Quintero, León y Quiroga, entre las que destaca la zambra inmortal “Ojos verdes”.
Apoyá en el quicio de la mancebía
Miraba encenderse la noche de mayo,
Pasaban los hombres y yo sonreía
Hasta que en mi puerta paraste el caballo.
-¡Serrana! ¿Me das candela?
Y yo te dije: Gaché,
Ven y tómala en mis labios
Y yo fuego te daré.
Dejaste el caballo y lumbre te di
Y fueron dos verdes luceros de mayo
Tus ojos pa’ mi.
Ojos verdes,
Verdes como la albahaca,
Verdes como el trigo verde
Y el verde, verde limón
Valverde – León – Quiroga
En lo que queda por referirnos a su paso por el cine, recordamos “Me casé con una estrella” (1952) con Luis César Amadori como director, y que pasa desapercibida.
Como en sus canciones, entre las que destacan entre otras muchas, títulos como “Zapatitos de charol” (Quintero - León - Quiroga) o “La Maredeueta” (Penella), en su vida personal, a la Piquer no le gustan los toros, pero conoce en 1928 en Barcelona a quien más adelante se va a convertir su marido, el torero Antonio Márquez Serrano. Él se convierte en representante de ella después de retirarse de los ruedos. A su hija le es impuesto el nombre de María de la Concepción Márquez Piquer, y nace el último día del año 1945 en Buenos Aires, siendo su madrina de pila la entonces primera dama Eva Perón.
En 1957 y, por primera vez en su carrera, en Huelva, a la Piquer le falla la voz. Ella que nunca ha sido mujer de medias tintas dice entonces adiós a los escenarios en 1958, en plenitud de sus facultades vitales y artísticas y, sobre todo, vocales.
Y el día en que la Piquer dice adiós a este mundo es el doce de diciembre en su casa de la Gran Vía madrileña. Un paro cardíaco viste de luto la canción española y tiñe de negro la tonadilla.
Siempre anunciada como Conchita Piquer en espectáculos y discos, no sucede lo mismo en los discos que se editan en los últimos cuarenta años, donde se suprime el diminutivo de su nombre, y esa la artista nacional que más discos vende en su época. Mantiene el diminutivo Conchita hasta su último espectáculo, cuando ya cuenta cincuenta y dos años. Sea como fuere, fue, es y será parte de la Historia de la canción española. Gracias por el legado que nos dejó. Por siempre Conchita. Por siempre Doña Concha.