Esta serie de obras, que el pintor Manolo Barnuevo ha decidido presentar bajo la denominación de Serendipia, no son sino la consecuencia de un recorrido aún sin concluir, un viaje realizado en y desde la pintura, un camino salpicado de hallazgos y descubrimientos, no necesariamente siempre cómodos y felices, pero siempre subyugantes.
Obras que nos muestran la fascinación del pintor por el pigmento, por los contrastes tonales, por lo impetuoso en el tratamiento de la materia y el color, por la inclusión de elementos partes, fragmentos de obras anteriores, desechadas, apartadas… no previstos. La figuración, que en otras piezas del artista aún podía considerarse que constituía un ¿lejano? referente, aquí ha quedado reducida a motivos icónicos de imposible identificación, a grafías numéricas y textuales que parecen aportar la parte literaria de la obra, su oculto y enigmático significado…. A rastros, manchas y texturas sobre el lienzo, cuyo objetivo, no confesado, sería registrar la huella del artista. Una especie de liberación abrumadora de energía que, de forma evidente,
se manifiesta en un dinamismo eufórico actuando en la superficie del cuadro. La ejecución de una pieza en cuyo derredor el pintor se mueve como si participara de un rito que le fuese propio, dictado para su única comprensión, ajeno a cualquier otro observador externo.
Son estas unas obras de resultados casi sofisticados; hay algo de barroco en estas piezas expresionistas de Manolo Barnuevo, en estas texturas suntuosas… en estas composiciones exultantes que no renuncian a su componente lúdica. Esto no significa que las tensiones HALLAZGOS Y PARADOJAS HALLAZGOS Y PARADOJAS "…El alma no erige defensas a su alrededor. No se retira ni busca un paraíso en su interior, en éxtasis místicos. No va a rogar por su salvación a un dios lejano. Va por el camino abierto desde el principio, hacia lo desconocido, en compañía de aquellos cuyas almas se acercan a ella, sin lograr otra cosa que el viaje y las obras implícitas en el viaje." D. H. Lawrence en las superficies del cuadro carezcan de un cierto equilibrio formal. Superficies casi cubiertas en su totalidad por composiciones que, a veces, nos recuerdan sus vínculos con los pintores americanos y europeos del all-over field. Imposible no hacer referencia a Pollock cuando afirmaba: "…cuando estoy en mi cuadro, no soy consciente de lo que hago. Solamente tras un rato veo lo que he querido hacer". O, más próximo, al holandés Karel Appel exclamando: "Mi tubo de pintura es como un cohete que describe su propio espacio".
Disfrutemos de esta exposición, de las tentaciones y seducciones que se ofrecen en los lados del camino. Del abierto sendero, aunque nos sintamos incapaces de establecer en él meta o destino. De la Serendipia que simboliza los hallazgos fortuitos. De la felicidad que procura un encuentro inesperado. Si, participemos siquiera un instante, del puro gozo con el que el pintor ha realizado estos cuadros. (Fragmento del catálogo. Por Pedro Manzano)
Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo acertado e inesperado. En términos más apropiados a la ocasión, se puede denominar así también a la casualidad natural, coincidencia o singularidad en cualquier proceso de investigación o creación. En este caso, especialmente, dicha serendipia exige de una rápida valoración con respuesta urgente a lo imprevisto, que permita el desarrollo normal en la ejecución de la obra. Esto, que ocurre en cualquier realización artística y por lo tanto en cualquier tendencia pictórica, resulta esencial cuando hablamos de la abstracción expresionista y en particular de la obra de Barnuevo.
He tenido la suerte de estar a su lado mientras pintaba e incluso de pintar juntos y poder apreciar su ágil capacidad de juicio ante cada mancha, salpicadura o gesto. Su reacción precisa a lo que acontece en cada instante sobre el lienzo o el papel, su sabiduría al quitar, al tapar, al poner… Su control de cuanto trascurre, sin menoscabar en ningún momento la verdad de lo natural, de lo espontaneo… Dejándose llevar por lo que en todo momento le va exigiendo el propio cuadro.
Pinta normalmente en el suelo. Interviene en la obra desde arriba, encima… Se amaga, se levanta, equilibra, compensa, compone… Y lo hace todo con una precisión y aparente facilidad que me asombra.
Y es que, don Manuel Barnuevo Fernández-Reyes, a estas alturas de la película, es un verdadero maestro. No lo digo ya porque, desde su condición de Catedrático en la Escuela de Arte de Murcia, ha enseñado durante muchos años y desde su magisterio han salido conocidos y valorados artistas. Lo digo porque su obra ha alcanzado una estupenda madurez que nos ofrece sublimidad, fuerza, armonía, elegancia y acierto en un total despliegue de saber hacer. Y lo digo, además, porque disponiendo de unos conocimientos y habilidades técnicas muy notables ha sabido prescindir lo necesario de lo académico, en la búsqueda permanente de un resultado fresco, sin artificios ni recursos viciados, sin engaños... Un fruto que ahora se muestra en "Arquitectura de Barrio" como una hermosa obra denuda y verdadera. (fragmento del catálogo. Por Marcos Salvador Romera)