La hermandad de la Macarena ha culminado las obras de ejecución de un nuevo altar en la Basílica que estará presidido por una imagen de San José, rescatando así una devoción que llegó a ser en tiempos titular de la corporación e incluso procesionó acompañando a la Virgen del Rosario. El nuevo altar se ha levantado en la capilla que preside el Cristo de la Salvación –donde está enterrado Queipo de Llano– aprovechado un espacio trasero correspondiente a la embocadura de la antigua capillería.
Aprovechando la celebración del 425 aniversario fundacional, la hermandad de la Macarena se ha propuesto recuperar esta devoción fundacional realizando una nueva talla de San José, cuya hechura está realizando el escultor e imaginero moronense Manuel Martín Nieto, el mismo que tiene a su cargo la ejecución del monumento al torero Joselito que se prevé levantar en la plaza que se abre ante la Basílica el próximo mes de noviembre.
El mayordomo de la Esperanza, José Luis Notario, asegura que la nueva imagen de San José «es espectacular» y ya se encuentra en la fase de ejecución en madera. «Esperamos poder bendecirla antes de final de año en el marco de los actos de este 425 aniversario».
La devoción a San José hunde sus raíces en los propios orígenes de la hermandad de la Macarena. Cuando en noviembre de 1595 se erigió en el Colegio de San Basilio la cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza y hermandad de penitencia, se estableció en sus Reglas como fiestas principales «la primera de Nuestra Señora de la Esperanza en su día si cayere en domingo o el siguiente; la segunda a san Joseph en su propio día si fuere domingo o el siguiente». La veneración al Patriarca debió ser tan acendrada que ahí, incluso, constancia documental de la voluntad, al menos habiendo ya efectuado la corporación su traslado a la parroquia de San Gil Abad, de incorporarlo como titular.
Tanto es así, que la hermandad poseía una imagen del Señor San José a la que rendía culto en la capilla de la Esperanza. Tras efectuarse, en 1793, la unión de las hermandades del Rosario y la Esperanza, esta imagen fue trasladada al retablo colateral de la epístola, que había ocupado hasta entonces la Virgen del Rosario. A partir de la fusión de ambas corporaciones, la devoción y la imagen de San José parecen ligarse especialmente a la de la Santísima Virgen del Rosario. La imagen de San José acompañaba a la Virgen del Rosario en los años en que ésta podía procesionar. Incluso se conoce una antigua fotografía en la que aparece integrando el cortejo del Corpus Christi de un año sin determinar.
Atribuida por algunos autores a Benito Hita del Castillo, que la ejecutaría en el último cuarto del siglo XVIII, esta imagen de San José desaparecería en el incendio provocado de la parroquia de San Gil en la noche del 18 de julio de 1936.