Dentro del proyecto turístico Floración, el otro hilo conductor estos días en el Museo Siyâsa es Álvaro Peña, uno de los pintores murcianos verdaderamente importantes en el panorama artístico actual y cuya visión es siempre una cura para las sensibilidades heridas y una puesta al día para los que olvidan que el expresionismo abstracto es un continuo siempre vivo. Debe haber pocas cosas más hermosas en la vida que una mañana de sábado, en un febrero primaveral, viendo la exposición 'Las flores del bien' y escuchando 'Black orpheus', 'All of me' y Autum leaves', una elegante interpretación en directo del saxofonista Ezequiel Marín y la pianista Cristina Pons.
Al cuidado de Pedro López, gran especialista y amigo del pintor, la selección y el montaje de Álvaro Peña (Murcia, 1968) en el Museo Siyâsa -compuesta por 30 obras, 23 bocetos y una vitrina con libros de artista- no sólo es ejemplar, se mire por donde se mire, sino que por ello el comisario de la exposición 'Las flores del bien' redescubre al público ciezano al autor del cartel promocional de la New York Summit, que así queda revalidado como uno de los mejores artistas murcianos del momento. La actualidad ciezana no está precisamente mal surtida en cuanto a exposiciones temporales con ocasión del proyecto turístico Floración. Es difícil resumir las mil maravillas ahora expuestas hasta el 3 de mayo, pero sobresale el mural 'Retablo de San Sebastián', fragmentado en doce obras, entre otras muy diferentes piezas, lo cual forma un impresionante conjunto, de visita imprescindible.
La emocionante belleza de algunas de estas composiciones, como las tituladas 'Entre el cielo y la realidad', 'El amor secreto' o 'Los buscadores de identidades', producen un efecto impactante en el espectador. La muestra continúa hasta mostrar la extraordinaria 'Campos magnéticos', no sin antes sorprender con varias pinturas denominadas 'Entre paripés de primavera', La felicidad oriental', 'El espacio del alma' y 'La hipótesis del acertijo'. No es posible dejar de resaltar la singular interpretación con la que culmina esta admirable colección, la titulada 'Melocotón de Cieza', que sintetiza las mejores cualidades de este artista que ha destacado en su actual etapa pictórica por su expresionismo abstracto. Detrás quedan muchos años de trabajo en la acuarela, la ilustración y el cómic. En estas y otras acuarelas, acrílicos y tintas está la depurada sensibilidad de un maestro del arte contemporáneo.
"Que nadie espere que este moderno pintor atraiga con clásicas imágenes de convencionales paisajes en flor", describe el prólogo del catálogo del que el comisario de la muestra se sirve para advertir al público. El desequilibrio de formas, los colores vivos, las imágenes que simulan apariencias y otros calificativos con los que López ha regalado al artista al definir su pintura son construidos como lo haría un tejedor que coloca hilo a hilo, pincelada a pincelada, con paciencia, los colores sobre el lienzo. Sin embargo, la belleza ya no es tan importante para Peña, lo relevante es el significado de la obra. En palabras suyas, "es algo que he ido descubriendo con el tiempo". Y es que ya no busca solamente la delectación estética. En esta ocasión se ha inspirado en la floración, convertida en metáfora sensitiva. "Es un motivo para trazar imágenes rotundas, cargadas de fuerza cromática, donde se plasma la intensidad de los sentimientos y de las sensaciones".
El artista acaba proyectando su personalidad en el trabajo, de una forma orgánica, y la propia obra es un reflejo de esa personalidad. Así ve el miembro más joven de la Real Academia de Alfonso X el Sabio su relación con 'Las flores del bien', su última propuesta artística con la que sigue disfrutando y aprendiendo. "Cada nuevo trabajo quiero que lleve algo nuevo y transmita al espectador, algo que al primero que debe fascinar es a mí mismo. Busco que cada nueva propuesta sea lo más satisfactoria para mí y para el espectador que la contempla". Al principio, la ilusión surge del mero hecho de ver como se materializa la colección. Enamorado de la pintura, nunca pierde su capacidad para adaptarse y seguir creciendo, teniendo en cuenta la situación personal de cada momento. Una perfección legítima y, en muchas ocasiones, incluso al alcance de la mano.