Científicos del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Murcia (UMU) y del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB), en colaboración con el grupo de Cronobiología de la Universidad de Surrey (UK) han analizado cómo se adaptan los ritmos internos de una persona cuando deja de recibir señales cíclicas ambientales y contactos sociales. Para ello, durante 10 días, un voluntario de 40 años permaneció en un búnker sin contacto humano directo y sin conocimiento de la hora real.
Este estudio, además, describe por primera vez la variación en la percepción del tiempo durante períodos largos, por ejemplo, a lo largo de un día. Se observó que, ante la falta de señales cíclicas, el voluntario tendía a pensar que era más temprano de lo que realmente marcaba el reloj, un efecto que fue prolongándose conforme avanzaban las jornadas y que también mostró un ritmo circadiano.
Junto a la percepción del tiempo, el equipo estudió otras variables como el rendimiento psicomotor, el estado de ánimo, la temperatura periférica o el sueño. Los patrones de actividad, en general, mostraron valores más altos durante el día, momento en el mejoraba su rendimiento psicomotor, la memoria y la concentración, que además tendieron a aumentar a lo largo del estudio. También el estado de ánimo siguió un patrón diurno, con tendencias más depresivas al llegar la noche. Sin embargo, todos estos ritmos tendieron a retrasar cada día durante la fase de ausencia de ciclo de luz y oscuridad, resaltando la importancia del mismo para mantener una correcta sincronización de nuestros ritmos.
El proyecto, publicado en la revista Frontiers in Physiology, se concibió originalmente como un documental para la BBC:Body Clock: ¿Qué nos hace funcionar?, emitido en noviembre de 2018 con el objetivo de difundir los conocimientos de la cronobiología al público.
Variaciones en el sueño
Con respecto al sueño, la persona analizada sufrió diferentes retrasos en la hora de dormir en ausencia de sincronizadores. Este resultado resalta la importancia de mantener un ciclo regular de luz-oscuridad y una exposición a la luz brillante durante el día para regular las variables internas.
"Al comienzo del experimento, el voluntario mostró una duración relativamente larga del sueño, que refleja la deuda de horas típica de las condiciones normales de vida que se recupera cuando no hay compromisos u obligaciones", declara la investigadora Mª Ángeles Bonmatí.
Cuidado de nuestros ritmos
El sistema circadiano debe "resetearse" todos los días, ya que su período no es exactamente de 24 horas.Nuestro reloj interno utiliza señales ambientales cíclicas, como el ciclo diario de luz y oscuridad, para sincronizarse. De la estabilidad de ese sincronizador dependerá, en gran medida, la correcta organización temporal de nuestros procesos fisiológicos y psicológicos.
Sin embargo, debido al ritmo de vida actual, un alto porcentaje de la población pasa la mayor parte del día en interiores, con niveles bajos de iluminación, mientras que buena parte de la noche nos exponemos a la luz. Ello, junto con situaciones extremas como el trabajo a turnos, contribuye a la aparición de cronodisrupción (alteración del orden temporal de nuestros procesos fisiológicos).Esta alteración se ha asociado con una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, deterioro cognitivo o diferentes tipos de cáncer a largo plazo.
"Mantener nuestros procesos fisiológicos y conductuales temporalmente organizados es esencial para mantener un buen estado de salud y bienestar", destaca Mª Ángeles Bonmatí, investigadora de la UMU.
Distintos ritmos
El estudio se dividió en tres fases: la primera, de 2.4 días, con ciclos de luz y oscuridad seleccionados por el voluntario; la segunda, de 4.5 días en la que el nivel de luz tenue fue constante y una última etapa con un ciclo de luz y oscuridad marcado por un despertar a las 6 de la mañana, que simularía un turno de trabajo.
Para evaluar su rendimiento psicomotor y su percepción del paso del tiempo, el voluntario realizó distintas pruebas y cuestionarios distribuidos a lo largo del día. Además, el protagonista del estudio contó con una pequeña cámara con la que podía grabarse a sí mismo y relatar sus impresiones.
El grupo de la UMU estuvo implicado en el diseño y el análisis de resultados junto con el equipo de Cronobiología de la Universidad de Surrey. Para estudiar los cambios rítmicos se emplearon el sistema de monitorización circadiana Kronowise 3.0 y el software Kronoware 10.0, ambos desarrollados bajo la dirección de Juan Antonio Madrid, y comercializados por su start up Kronohealth S.L.