La obra se estrena cuando todavía resuenan los ecos de ese penúltimo espectáculo que costó a Leo Bassi airadas protestas desde distintos sectores sociales y religiosos. Reacciones, como la que la puesta en escena suponía un atentado a la libertad religiosa, tuvieron también otras consecuencias, entre ellas un fallido atentado, bomba incluida, cerca de su camerino en el teatro Alfil de Madrid.
Si “Revelación” propugnaba una sociedad laica, con ataques a los fundamentalismos religiosos, vestido de papa junto a una cruz en el escenario, ahora Bassi la toma no contra los argumentos de quienes le denostaron, sino contra las falsas alabanzas de aquellos otros que le vitorearon.
Él les llama “mis antiguos compañeros ideológicos”, refiriéndose a aquellos que tan tímidamente lo defendieron, los que según el artista italiano han olvidado las utopías ideológicas que los inspiraron y los mismos que han callado ante los protagonistas de la crisis económica que nos embarga, siempre según sus propios argumentos.
En cuanto a la puesta en escena, “Utopía” sigue siendo Bassi, el agudo bufón que con gags, burlescos gestos y una prosa sarcástica y virulenta para reírse de sus víctimas.