Este pasado fin de semana será recordado por muchos alhameños como aquel que vivieron por primera vez Los Mayos confinados en sus casas. Nuestra fiesta más singular, declarada de Interés Turístico Nacional en 2018, ha crecido y logrado tal distinción en gran medida por el trabajo y esfuerzo de asociaciones, peñas, grupos y vecinos en general, que con sus escenas de peleles han convertido el municipio cada primero de mayo en un museo viviente.
Pero este año, la irrupción en nuestras vidas del Covid-19 ha impedido que Los Mayos salieran a la calle, como venía sucediendo de manera ininterrumpida desde que en 1982 el Pleno del Ayuntamiento de Alhama de Murcia acordara recuperar la fiesta, prohibida los anteriores 40 años.
La iniciativa del Consistorio para adaptar la programación a las redes sociales, en una experiencia insólita, ha obtenido una respuesta multitudinaria. Así, todas las propuestas realizadas han contando con una destacada participación. Especialmente la realización de Cruces y Mayos, con medio centenar de elaboraciones en ambos casos, aun sin haber bases, premios ni ganadores, tan solo una publicación y la opción de "votar" tu preferida.
Entre todas las escenas de Mayos ha destacado una de ellas por su gran número de imágenes y el mensaje que acompaña. Se trata de la composición de los vecinos de la calle Bolivia, titulada 'Detrás de cada cristal hay una historia que contar'.
Todo comenzó como una simple idea... "¿Por qué no hacemos un Mayo?" Y ha terminado siendo un reflejo de realidad con un mensaje de optimismo y esperanza.
Como todo cuento, tiene un principio:
Érase una vez unos vecinos que allí por la calle Bolivia vivían, vivían pero no se sentían, cada uno en sus tareas y tras sus muros de ladrillo, siempre con prisas de aquí para allá, un buenos días con suerte a quien en la puerta encontraban solían dar.
Hasta que un día ocurrió algo que cambiaría su visión de ver la vida. Había llegado un gran enemigo a su planeta, El coronavirus, que amenazaba con destruirlos a todos, pero ellos sabían que si tras sus muros se escondían, pronto él desaparecería, y así lo hicieron, confinados en sus casas, resistieron para poderlo derrotar... Su principal arma sería la UNIÓN, sabían que juntos podrían con él, cada día a las 20:00 a sus balcones salían, aplaudían, cantaban, jugaban y reían.
Desde entonces, la vida de las puertas, de las tertulias entre ellos, de esos ratos de cotilleos, de mira vecina lo que hoy he cocinado, entró en sus vidas, entró en sus casas, se abrieron ventanas y se corrieron las cortinas.
Este cuento, a diferencia de otros, aún no ha llegado a su final, pero lo relatado hasta ahora demuestra que los deseos de cada persona, la ilusión compartida, las ganas de salir adelante y el espíritu de lucha siempre han sido, son y serán, los grandes vencedores.
Y así fue como apareció este bonito deseo de crear juntos nuestra historia a través de esta gran tradición alhameña que son Los Mayos, historia llena de valores comunes como el optimismo, la alegría, la esperanza, la solidaridad y el amor.
El conjunto está formado por una decena de composiciones realizadas por cada uno de los vecinos de la calle Bolivia. No se trata de trabajos independientes, sino que juntos cuentan una bonita historia en torno a las experiencias que el coronavirus les ha hecho vivir.
La historia comienza en torno a un eje principal: las comuniones. Éstas, como muchos otros eventos, han sido aplazadas en el tiempo, pero para ellos no ha supuesto un desconsuelo, ya que este barrio barrio, lleno de vitalidad y optimismo, plasma en sus Mayos la posibilidad de reinventarse en los momentos difíciles y crecer como seres humanos.